El bueno, el feo y el malo
Comenzaban los cruces de la Champions y tocaba hacer zapping para ver los dos partidos de hoy (lamentable formato de octavos): Valencia-Schalke 04 y Milán-Tottenham. Cualquiera que haya escuchado mis pronósticos habrá comprobado que he acertado.
Por un lado la cosa se le complica al Valencia, equipo de medio pelo donde los haya ante un Schalke con poco más que orden y el máximo goleador en competiciones europeas (y de la Champions League-Copa de Europa) en sus filas. Además, el Milán demuestra que es un equipo viciado, sin fútbol, con poco más que lastre en el centro del campo y con el jugador más sucio desde Vinnie Jones. El Tottenham —equipo que me encanta— supo aguantar y sin esa maravilla llamada Bale aguar la fiesta de los italianinis.
Queda la vuelta y los resultados son tan ajustados que habrá que esperar para sacar conclusiones y convertir en definitivo lo que hasta ahora es sólo orientativo. Pero esta noche deja 3 grandes conclusiones si a nombres propios nos ceñimos.
1) El bueno: el que nunca hace nada. Bla, bla, bla, gol, bla, bla, gol, bla, bla, gol, gol, gol, bla, bla, gol… Acabo de definir la carrera de Raúl con sólo monosílabos. Merezco algún premio. Sólo un tipo de ese nivel competitivo mayúsculo, de esa fe inquebrantable es capaz de seguir superándose con 33 años para 34, en un equipo bastante limitado y cumpliendo, en definitiva, su único objetivo marcado a principios de temporada (batir el récord de goles en Europa). Porque, una vez lo apuntó Ortigoza, seamos conscientes de que cuando el Schalke caiga eliminado de la Champions, la competición se quedará para siempre sin su mayor embajador de la historia. Decir Raúl es decir fútbol. Decir superación. Levantarse del asiento y aplaudir. Porque es único y porque, yo no sé ustedes, pero cuando ha marcado se me ha iluminado una sonrisa con una mezcla nostálgica de melancolía. Se acaban los adjetivos. Mejor dicho se acabaron. Raúl, gracias.
2) El feo: lo peor que tienen los pendencieros, por definición, es esa propensión a la riña permanente, a la pelea como modus vivendi. Gattuso no pertenece a esa estirpe, hace años (desde que supo manejar la taladradora de su papá —5 añitos tendría—) que la dejó. Gattuso forma parte —con todo merecimiento— de la banda de matarifes despreciables y malsanos que se han ido haciendo hueco en la historia de este bello deporte. Sin ninguna habilidad salvo el cuerpo a cuerpo, con esa pinta de portero de discoteca de inacabable vacío cerebral, incomprensiblemente, el barbitas de mirada penetrante ha recibido históricamente los halagos que merecen ciertos genios futboleros, en vez del reproche, el desprecio y el ostracismo que tanto se ha ganado con sus infames acciones. Con una balumba de supuestas virtudes hay gente que le sigue idolatrando —no miro a nadie—. El partido de Gattuso de esta noche es una de las mayores desgracias que jamás he tenido que contemplar: provocando continuamente, pegándose con todos y agrediendo incluso al segundo entrenador inglés. Desearle todo lo peor a ese matachín sería lo fácil. Yo le metía en una celda con Berlusconi y arrojaba al cocodrilo de Gil para que se pusiera las botas. De verdad, Gattuso, muérete ya.
3) El malo: lo malo del TDT, el Imagenio y todas estas historias es que muchas veces tienes que tragarte al comentarista de la tele (generalmente mediocres) y no disfrutar a los radiofónicos (habitualmente menos mediocres). Hoy ha sido así. Escuchar una narración de Sergio Sauca —dudo que alguien tenga ese nivel de compromiso con la ciencia de lo desconocido— o una parte es más duro que intentar medírsela a los negros del Congo (a veces hay que tirar de clásicos cinematográficos). Sauca es la nulidad más absoluta que recuerdo. Arrítmico, falto (y mariquita), lento, paradigma del embrollo dialéctico, camión de obviedades y exageración permanente, Sergio Sauca es a la narración futbolística lo que Arévalo a la literatura: pequeño, pero matón. Este tío acaba con la más elemental forma de entender una sucesión de acontecimientos. De verdad, su última impagable contribución del partido (al menos para mí) se ha producido en el descuento. Un balón que le cae a Raúl, la mete al hueco a la entrada de Hao (número 8 de los alemanes) y el remate de éste lo desvía Guaita. Textual (o casi): «Eh, eh, eh, Raúl, Raúl, pasa, cae para eh, eh, eh, esto, el japonés (¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡!!!!!!!!!!), perdón, para el chino (¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!), paró el portero». Por no saber no sabía ni la nacionalidad ni el nombre del delantero. Todo combinado con una caterva de interjecciones y un puntito de ritmo desigual dio como resultado un mejunje perfecto para cortar cualquier tipo de estreñimiento. Sauca, dedícate a la danza palmera de los enanos y desaparece, majo.
Viva la Champions.
Malum signum
Me gusta que me den consejos. Esa es la verdad. Pero, claro, no que te los dé Benito Camela, sino alguien que tenga algún prestigio. Y me gusta aprender de los consejos que les dan a otros. Es una forma indirecta, pero perfectamente válida de aprendizaje empático y de reflexión propia.
Una vez, dicen, que Butragueño le dijo a Raúl, cuando era inevitable que se producía la sucesión, algo así como: «Escucha siempre, Raúl. Escucha lo que te digan. A veces es mejor hablar menos y escuchar más». En fin, obviamente no tiene que venir El Buitre con el libro de las moralejas, para que nos demos cuenta de que esto es una verdad como un templo.
Quizás por eso, se me ha venido automáticamente a la cabeza un comentario que, el nunca suficientemente loado, Sr. Ortigoza me hizo hace unos meses sobre Marta Domínguez. Venía a colación, a su vez, de otra observación hecha por su amigo y gran atleta, Miguel: «Esta tía va hasta las trancas».
Es Marta Domínguez; a uno le cuesta mucho hacerse a la idea de que nuestra grandísima campeona, ejemplo de superación, esfuerzo, coraje y gallardía, pueda estar detrás de algo así. Pues algo huele a podrido en Dinamarca. La Guardia Civil la ha detenido en el marco de una operación contra el dopaje.
Y a uno se le caen los anillos al suelo, los palos del sombrajo. Y las pocas esperanzas que le quedan.
Nos tomamos a broma en su día lo de Juanito Muehlegg. Ya nos pareció más serio tanto ciclista. Pero llevamos varias cornadas y más trayectorias. Paquillo fue un palo gordo. Contador fue el siguiente y ahora Marta Domínguez. Ciclistas y atletas… los deportes más duros, ¿no? Quizás sea sólo en este mundillo. Pero me da a mí que no.
La cosa pinta mal. Evidentemente, nadie es culpable hasta que se demuestre, o sea que todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario. Pero la cosa pinta muy mal. Otra vez.
Voy a hacer referencia a un último comentario de alguien, además de conocido pornógrafo, eminente cabeza pensante, Sr. Del Rosal: «sólo nos queda Nadal».
Qué razón tiene.
Raúl cierra el círculo
Se va Raúl. Y algo de nuestras vidas se va con él.
Parece el caso más agudo de paralelismo generacional. Y es que hemos crecido con su juventud, su adolescencia, sus goles y su acumulación de récords.
Segurola tituló un artículo: «El Madrid ha encontrado una mina de oro» a los pocos partidos. Y dio en la diana. No fue su predicción más difícil, ciertamente. Siempre le han preguntado sobre el mejor jugador español de la historia y Segurola dice que el mejor Raúl ha sido el mejor jugador español jamás conocido: decisivo, competitivo, astuto… único.
Y es que Raúl era eso: un jugador con virtudes intangibles enormes, un talento más trabajado que natural, pero una fe en sí mismo insuperable. Ningún jugador que yo recuerde ha dado mayor ejemplo de lo que es creer en sí mismo. En no rendirse jamás.
Recuerdo perfectamente el debut de Raúl. Errando en Zaragoza y mandando un pase a la escuadra la semana siguiente ante el Atlético de Madrid. Los goles de Champions al Ferencvaros. Su enfrentamiento con Vierchewood. Aquella delantera con Mijatovic, Súker y Morientes que ganó la liga y la Séptima al año siguiente. El aguanís en Tokio. La octava. La dupla con Figo. El mejor Raúl de nunca que rozó el balón de oro. El penalti de Francia. Su lesión contra Irlanda que le impidió enfrentarse contra los coreanos. Los galácticos. La decadencia. La pérdida de velocidad. El adiós a la selección. Tantos récords batidos. El resurgimiento en cientos de ocasiones. La superación como modus operandi. Mejor como modus vivendi. El último gol de su vida con el Madrid. En Zaragoza. Donde falló tantos en la primera mitad de su vida. La lesión final. El gol del que nunca hace nada. La despedida.
Siempre pensé que tendría una despedida como la de Míchel. Pero no ha sido así. En cualquier caso, el día que se despida de nosotros en el Bernabéu se habrá cerrado una de las páginas más trabajadas de la historia del Madrid.
El mito, como puro relato simbólico, contiene en su interior el significado íntimo de la vida humana, de su universalidad si se quiere. Y ese tipo de sensaciones eternas nos permiten cruzar la barrera metafísica del empirismo más cruel: el paso del tiempo.
Raúl se va y con su marcha también desaparece una parte inolvidable de nuestra vida. Se van cerrando círculos. Necesario e inevitable. Pero triste. Muy muy triste.
Patetismo
Bueno, se ha confirmado.
El Madrid ha sido arrollado (4-1 en el global) por un equipo de 2ª división B. En ningún momento pareció poder con el conjunto amarillo.
Datos clarificadores y que a la vez explican el porqué de esta debacle: el portero del Alcorcón es mejor que el del Madrid de la eliminatoria, Diarra y Gago están a años luz de cualquiera de los centrocampistas alcorconeros, especialmente Sergio Mora. Raúl y Van Nistelrooy no son más que los delanteros del Alcorcón. Tácticamente está bastante más trabajado y técnicamente, repito, hay jugadores del Madrid que no podrían jugar en el Alcorcón.
Confirmada la debable histórica, la reflexión debería ser profunda. Se acabó el triplete prontito y lo que queda claro es que hay un buen número de jugadores que no pueden jugar ya jamás en el Madrid: Gago, Diarrá, Metzelder o Drenthe. Hay otros que a duras penas pueden ser suplentes: Van Nistelrooy, Raúl, Guti o Van der Vaart. Es decir, que el agujero es importante.
Aún así, hay un equipo interesante que debería girar en torno al resto de la plantilla y que puede luchar por las competiciones más importantes. En cualquier caso, el ridículo es inabarcable. Duramente aguantable.
1 gol en 180 minutos al 7º clasificado del grupo II de 2ª B. Esa es la verdad. Inamovible. Dura. Cruel.
Hablando de patetismo, no puedo dejar de hablar de la entrevista que los Manolos le han hecho hoy a Florentino Pérez. Absolutamente vergonzante.
La actuación de Manolo Lama (al que admiro profundamente como narrador) ha sido de tal infamia que a duras penas podrá borrarse de la mente del que suscribe. Grosero, maleducado, faltón… son palabras que se me vienen a la cabeza.
Si un tío te cae mal lo dices, pero no chillas, gesticulas delante de las cámaras como si fueses un ultra, no dejas contestar, agredes con tu proceder al invitado. Hubo un primer plano en que se veía la mirada de odio de Lama. Y el otro, Carreño, hablándole de tú como si fuera su colega con quien toma cervezas.
Algunos dirán que Lama ha sido valiente. Lo que ha sido es un grosero. En la concepción más dura que tenga la palabra. Se puede ser valiente y preguntar adecuadamente. Rebatir y convencer con argumentos, no con aspavientos. Penoso.
Decepcionado estoy con el Madrid, como no podía ser menos. Y muchísimo con Manolo Lama. Sus rencillas personales con Florentino le han mostrado como un exaltado. Ha sido patético.
10 de Noviembre. Cómo olvidarlo.
Llega lo grande
Se acerca lo esperado. El partido entre los equipos (con permiso de Bayern, Milán y Ajax) más laureados de Europa: Real Madrid y Liverpool. 14 Copas de Europa entre ambos. Casi nada.
Las apuestas ya se cruzan. Los miedos ya afloran. Las ilusiones buscan hacerse hueco.
La situación en los respectivos campeonatos es relativamente simétrica (7 puntos abajo del líder), pero no la forma de llegar. El Madrid recorta, los de Anfield aumentan el agujero.
Topicazo al canto: no importa lo que haya pasado antes. Cada partido de este nivel es un mundo aparte.
En lo particular, el Sr. Barra & Sr. Rodríguez animarán sin descanso al Liverpool y por el otro, Del Rosal & mi menda apoyaremos a los de la Castellana. Habrá damnificados. Eso seguro.
Salvo milagro improbable, el partido de ida lo veremos cada uno en nuestro particular hábitat. No así la vuelta. Lo lógico sería que el dueto perdedor invitase a unas pintas al ganador. O tal vez, lo más caballeroso sería hacerlo al revés. Todo se andará.
El miércoles vuelve la champions. Mejor dicho, lo que vuelve es la Copa de Europa. Eliminatorias a ida y vuelta. Casillas Vs Reina, Carraguer Vs Pepe, X.Alonso Vs Gago, Kuyt Vs Raúl, Gerrard Vs Robben, Higüain Vs Torres. Vaya emparejamientos… joder, qué grande es el fútbol.
Si ya tuvimos este fin de semana ración de sensaciones fantásticas de esas que exclusivamente impone el mundo del fútbol, vuelve lo gordo en forma de tradición.
Real Madrid – Liverpool. Miércoles 25 (20:45). Hasta entonces.
Emocionante España
Recuerdo a Paco González como un loco. Y a Manolo Lama. Y la portada del día siguiente del diario AS con algo así como «Nos dais vergüenza». Y es que no todos los días se pierde con Chipre.
Era el epílogo de la etapa de Clemente. Los Caminero, Guardiola, Bakero, Alfonso, la primera etapa de Raúl, Zubizarreta… se volvían con una de esas debacles que abochornan a una nación.
El caso es que había una sensación de buen germen, de semilla bien plantada que no terminaba de crecer. España ha tenido etapas brillantes en su historia y a veces hemos ganado algo, o al menos nos hemos acercado a la parte final.
Pero nunca como esto. La selección nacional es un escándalo. Un homenaje permanente al fútbol en cada minuto que disputa. El equipo rival siente que no siente. No pueden. No tienen la pelota. Bufan alrededor de unos maestros.
España tiene el mejor grupo de centrocampistas que jamás pensó juntar. El mejor portero. Delanteros sublimes. Desde luego, el mejor conjunto.
Hoy no había nada en juego. Sólo completar el partido 29 consecutivo sin perder (26 ganados y 3 empatados). Delante la pérfida Albión.
El baño lo habrán visto hasta en Vladivostok. No importa el resultado. Es algo subalterno de la alegría que sentimos.
España representa un estilo. El de la felicidad alrededor de la pelota. El de aquél que sabe que está haciendo las cosas bien. No hay equipo en el mundo que haga lo que hacen los nuestros.
Xavi, Xabi Alonso, Iniesta, Cesc, Villa, Silva, Torres, Íker, Puyol, Ramos, Llorente, Senna, Cazorla. Y eso que no queremos abusar y dejamos a Guti y Raúl para el Mundial.
A mí se me acaban los adjetivos.
Recuerdo un par de días después de que Íker levantara la copa en Viena, cómo me sentía. Algo desamparado pensando en que el fútbol había acabado. Nada podría superar lo que allí habíamos vivido.
Ese pensamiento se fue diluyendo. Es lo que tiene el día a día. Me ha vuelto esa sensación. Esto no se puede hacer mejor. La perfección ha sido nuevamente alcanzada.
Es emocionante lo que no está tocando vivir. Sobre todo, es inigualable. Inmejorable. Excelso.
Lamentablemente, llega nuevamente el fin de semana y volvemos a los clubes. Yo sólo quiero ver a España. Es mi equipo. Nuestro equipo. El que nos hace feliz.
Ya queda menos para el siguiente partido.
Gracias.
Especialmente únicos
Ambos, en lo suyo, parecían haber surgido por generación espontánea con un destino prefijado: en su caso, la predestinación por el deporte desde su más tierna infancia.
En el espíritu de su propia exigencia se hallaba el secreto. En sus particulares terrenos, la fantástica contribución a la historia de sus prácticas. Individualmente…pero con la multitud dentro.
Diferentes, pero idénticos. Luchadores, honrados… inolvidables.
«Algo vuela hacia el sol y no se sabe si es la pelota o si es la misma tierra» escribió Fernández Moreno. Pasan los momentos, los números también… las leyendas sobrevuelan, como espectros anunciandose ante el inevitable y lánguido paso del tiempo.
Como un viaje al centro de la intrascendencia académica, cada sujeto hozaba en su interior buscando una respuesta. Es difícil imaginar por qué todos te miran, te vituperan, te apoyan, te quieren o te ignoran. Tú sólo buscabas comenzar cada mañana y realizarte con lo que mejor sabías hacer. Anáfora existencial.
Hoy se han unido dos héroes de estirpe similar. Calcadas, vistas por el microscopio. Admirados por sus virtudes, por su afán de superación, por su especial atractivo.
El triunfo es lo de menos. Las loas quedan suspensas en el ambiente hasta que son sepultadas por el olvido. Es entonces cuando dejan de ser héroes. Su etiqueta, pasa justo ahí, a convertirse en la de mitos.
La gentuza opina