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Posts Tagged ‘Máster’

Llaves y pepinos

No, no es obsesión periodístico-deportiva. Pero volví a acordarme de Andrés Montes ayer. No por el tiki-taka ni por zarandajas similares. Les explico.

Resulta que después de una noche con gente del Máster y con cerdos de la calaña de Del Rosal, Espáriz u Ortigoza decidimos volver a casa a una hora prudente, tras una velada interesante.

Conocimos al vicepresidente ejecutivo del club del pepino y varios de sus asesores más cercanos.

Tuvimos tiempo de hablar de temas recurrentescomo el Valencia en que jugaba el Romario de Aldaya. Alguno salió gritando: ¡Amunt Valencia! De locos.

La cuestión es que al volver a casa, estoy a punto de despedirme de Camilo y llama Espáriz, contrariado, preocupado y cabreado. ¡¡No encuentra las llaves!! Dios mío. Salinas, ¿dónde están las llaves?

El caso es que nos volvimos para el Moby Dick, donde por cierto nos encontramos al inefable Matías con su tropa en la primera llegada. El mundo es un pañuelo.

Búsqueda mediante, espeleología, actividad minera y de rastreo a la vez permitió encontrar uno de los juegos de llaves extraviados. Pero ¡Salinas, ¿dónde están las llaves?! Concretamente, ¿dónde coño estaban las de Alpedrete? Tras buscar inclusive en rendijas más pequeñas que las aberturas de Corea del Norte, un camarero gentil nos aconseja preguntar en el ropero. Allí estaban las otras. Conseguido.

El susto ha sido morrocotudo. Pero bien está lo que bien acaba.

Habrá que tener cuidado en próximas ocasiones. Si no, la alternativa es adoptar tácticas ya vistas en películas como Pulp Fiction. ¿Recuerdan dónde el padre de Butch guardó el reloj para que «los sucios amarillos no le pusieran las manos encima»? Puede parecer ciertamente complicado desde el punto de vista físico. La información es poder. Podríamos preguntarle al Vice y sus consejeros y que nos dieran un curso. Nunca se sabe.

A la espera de nuevas noticias de los cerdos exiliados en México nos despedimos hasta una nueva ocasión.

Limpieza

El fin de semana en que el Máster se acaba definitivamente, puesto que personas mu señaladas (como la mexicana) queman una etapa entre nosotros, me he pasado la gran mayoría de las horas del mismo limpiando como un cosaco, junto a la nunca suficientemente loada Mentxu, la casita-oficina de la empresa a la que me trasladaré definitivamente en los próximos días.

Uno está habituado a limpiar de manera un tanto sui-generis. Ya saben: tal vez, algo más superficialmente que verdaderamente con un toque profundo. Paliza fina la que llevamos y lo que queda. ¡Hasta la huevada!

La cocina tenía más mierda de la que uno puede llegar a imaginar. Y el baño, y los cristales, y las habitaciones. Y joder, esto de limpiar nunca termina. Bueno, no perdamos los papeles…

En fin, la realidad indica que teniendo el Gol TV en casa y una nevera que, indefectiblemente, estará llena de birras los días importantes de liga y/o champions, no tienen excusa para no pasarse por aquí a ver partidos en la cumbre.

Poco más que contarles. Me quedo con las lágrimas de Pamela por su marcha. La vida y sus etapas. La única gran verdad de esta película.

Disfrutemos mientras sigamos siendo protagonistas.

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Entre cosillas

Pues nada, aquí estoy con el programa con el que trabajé tanto tiempo en la empresilla del Estasiano preparando la facturita que espero nos abone en breve el grupo que nos encargó Larra.

Huelga decir (me encanta esta forma de expresión tan utilizada por el Sr. Asstomouth) que el software me fue servido gratuitamente por mediación de un buen amigo que todavía se mantiene y que todavía resiste las embestidas del cabezón analfabeto de la tierra de Lorca.

Además, preparándome a subir el último escalón del Máster: mañana presentación y defensa del proyecto delante del tribunal. Habrá que tirar de galantería y es posible que haya que recitar a Manuel Machado para darle más fuste a la cuestión.

Por lo demás, empezaré si todo es normal un curso de diseño web en un par de semanas que me permitirá conocer mejor el mundillo cibernético. El jueves iremos al Liber para ver qué se cuece en este mundillo y el viernes a Valladolid a charlar con un distribuidor que nos dé pistas para la orientación correcta del futuro negocio. Después, el puente en Cantabria.

Todo esto combinado con una ración de curro de segurata (grande Míkel) por las tardes me garantiza no aburrirme en las próximas fechas.

Por cierto, menudo homenaje al que nos invitó ayer al borracho de la ginebra que no se acuerda de ná y a un servidor, la señorita Mentxu por su toma de posesión: restaurante argentino (con todo lo que conlleva) bastante barato y cerquita de todos. Habrá que repetir.

Sin más, desear que gente que se halla en paradero desconocido caso de Rodríguez (que dice que llama, pero luego no llama, porque prefiere pasarse la noche hablando de chicles) o Sánchez Zurita (hay un libro de Borges titulado Historia universal de la infamia que le pega bastante) estén contentos, felices y todo sea chachi piruli.

Intrahistoria del averno

Mañana, 1 de Octubre, hará justamente un año desde que empezó a cambiar mi vida.

Mañana, 1 de Octubre, hará justamente un año desde que debuté en el averno más infernal (permitan la redundancia) de la historia reciente.

Imagino que por inercia o por ese no sé qué que te venden de que hay que progresar en la vida, además de haber tenido unos ligeros roces con el subnormal profundo que arruinaba una empresa, ya saben, el inefable estasiano, decidí apostar por NTR. Un gran error. O probablemente un gran acierto.

Este post tiene una dedicatoria especial al ínclito Camilo. Él mejor que nadie sabe a lo que me refiero. El averno es el resultado de la mezcla explosiva entre capitalismo salvaje y absoluta falta de sentido para con los trabajadores. Imagino que en el fondo, vuelvo a pecar de redundante.

Horas y horas intentando vender motos, haciendo demos a gentuza que además, en su mayoría, estaba hasta las pelotas de oír milongas, presión permanente de los altos mandos, sensación de no saber qué cojones haces perdiendo el tiempo en esa basura de sitio. Un jodido infierno.

Lo mejor eran los commit. Viernes a las 14:00. Inolvidable muestra de sadismo crónico. Todo consistía en dar un número. O sea, cuánto ibas a ser capaz de vender. Todo con la presión de saber que si no lo hacías, te iba a caer una gran reprimenda. Bueno y también los desayunos esos de las 9 que eran otra reunión más. Aunque, probablemente lo mejor eran las semanas de final de mes con esas 3 reuniones diarias en las que te dejaban caer que estabas a punto de ser despedido continuamente. En fin, una delicia en toda regla.

Jamás olvidaré la primera sensación que me embargó al llegar al averno de Tres Cantos. Según entro aquello me pareció la canción de Porretas El baile de los sordos. Espero no ser cruel, pero era tal cual: seres deformes, obesas descarriadas (¡¡ay Asstomouth!!), ambiente cargado… un jodido horror.

La escena se dividía en varios conjuntos de dos mesas enfrentadas en las que había dos consultores y una telesales. Dramático.

Pero, hete ahí que apareció un oasis en medio del desierto. Una bocanada de aire para el perdido: la mesa del fondo. Un brasileño tímido y un tipo de pelo largo, aires de dandy, tranquilidad aparente, media sonrisa cómplice y especialmente alguien que daba la sensación de que la vida estaba muy por encima de ese puto averno: el gran Camilo.

Cada día fue un suplicio inexplicable. Lo juro. Especialmente la primera semana. Tantas cosas se me pasaron por la cabeza: estrellar el coche y tener una excusa para no ir a trabajar, cometer un delito para ir a la cárcel y no tener que volver… en fin… cualquier artimaña hubiera sido respetable.

Pero la realidad es que en tiempos de crisis máxima y de necesidad, uno busca alternativas. Estaba absolutamente decidido a dejar ese infierno lo antes posible. Lo que jamás pude entender es cómo pude haber aguantado más de 6 meses en ese antro. O , tal vez, sí.

Al tercer día de estar yo en el averno, el brasileño (que llegó a conocer a Deco, según supe tiempo después) fue fulminantemente despedido por baja productividad (sé que ahora mismo, amigo Camilo, te estás descojonando) y su lúgubre asiento fue ocupado por mi asustado culo. Enfrente Camilo.

Pasaron unos 10 minutos hasta que comprobé que estaba ante un personaje inigualable. Mientras el resto de compañeros cumplían con su cometido de manera diligente, estajanovista y matemática, el egregio Ortigoza se ponía unos cascos y escuchaba música o se metía a ver un vídeo de algún partido. O buscaba salidas al averno. El tiempo le daría la razón. Con un repóker irrepetible.

Camilo fue la esperanza. Fue la mano amiga que te ayuda cuando caes por el barranco. Fue el profeta que me ayudó a no caer en los brazos de Mefistófeles.

Estuvimos unos días los dos solos, aunque cierto es que el acólito Álvaro nos vigilaba atentamente.

El eximio Ortigoza fue convenientemente (para sus intereses) relevado de su puesto junto a otra serie de compañeros, en lo que siempre equiparé a la noche de los cuchillos largos, el viernes 7 de noviembre. Inolvidable, porque fue el día en que empecé el Máster de Edición. Señales del destino.

En ese mes que tuve de compañero al amigo de las milf (o milfero… término que deberíamos empezar a utilizar) compartimos conversaciones milenarias y hablamos de nuestros sueños de huida. Todo muy concienzudo.

Casi un año después de aquella etapa terrible, un servidor irá mañana a firmar ante notario la escritura pública de constitución de la empresa que ha formado junto a su progenitor. Quedarán después una serie de trámites, pero esperamos facturar Larra en un plazo de 10 días. Pistoletazo de salida.

A ver cuánto nos dura esta aventura de la edición. Si sale mal, buscaremos otro camino. Pero está claro que para que las cosas cambien, hay que hacer algo al respecto. Me vanaglorio de haberlo intentado. Veremos a ver cómo se suceden los acontecimientos.

Uno mira hacia atrás y medio sonríe por todo lo pasado. Pero sólo los que hemos estado encerrados en el averno eneterriano sabemos lo que es sufrir sin parangón.

Por ello, nunca podré agradecer lo suficiente a ese gran hombre, Sr. Ortigoza, su mano tendida en ese horrible lugar. Son cosas que no prescriben. Y nunca se olvidarán.

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Suplicando por unas vacaciones

Última semana de prácticas en Marcial Pons, Máster terminado a falta de proyecto final y memoria del mes de Septiembre-Octubre, enfilando últimos trabajos. Etapa a punto de finiquitar.

En breve nos toca intensivo de Larra y comienzo de aventura empresaria. A ver cómo va todo. Y por favor, un poco de descanso. Necesito estar 1 semana tocándome la huevada. Día y noche.

Sueño con días de 12 horas en la cama (no necesariamente practicando la actividad que el Míkel cariñosamente llama petar ´ojaios´), pelis en el sofá, comer viendo el Tour y una cerveza en la cama viendo otra peli. Quiero vacaciones!!

En fin, imagino que están ustedes como yo.

Por cierto, me voy de boda el fin de semana con el ínclito perturbado y tarado Del Rosal (según la votación, claro). Hacía años que no veía tan ilusionado a la basura con un acontecimiento y lo que le rodea. ¡Qué tío! Qué brasas. En fin, ya les contaremos.

Sin más, me voy a correr con el Míkel por la dehesa. Si uno revisa esta frase suena porno gay. Bueno, ya saben que me refiero a mover las piernas rápidamente por el campo. Y luego a tomar una birrita con Rodríguez y animarle.

P.D. Parece que el cazador tiene las maletas en la puerta. Y que o Villa se planta o se pudrirá en manos de los hermanos Tonetti que dirigen el Valencia.

¡Viva Honduras!

Llego de la editorial, todavía tocado por las barbaridades gastronómicas (sólidas y líquidas) cometidas ayer, tras ver perder a España en el torneo del porro y tengo un millón de cosas que hacer.

Y sinceramente, he hecho lo que más me pedía el cuerpo: echarme una siesta de tres pares de cojones. Necesitaba dormir, tanto como Albiol necesita un lavado cerebral y una resiembra.

Tengo mil trabajos que hacer del Máster, tengo que estudiar para el examencito que tengo en unos días… pero lo que necesitaba era sobar. Vaya invento la siesta española.

Uno se levanta y parece que todo es menos difícil y que el optimismo es menos quimérico.

Aunque bueno, hay cosas que por mucho descansar no mutan. Lo digo porque hay conato de guerra civil, enfrentamiento etc… en un país del calado de Honduras. Tan amado por Trillo. Sean sinceros, ¿qué saben de Honduras? Yo creo que todos sabemos lo mismo. Colonia (como diría Del Rosal), de capital impronunciable y cuyo mayor logro a nivel mundial es haberle empatado a la España anfitriona del Mundial 82 en la primera fase. Joder, no sé lo que pasaría esa noche aquí empatando con esos mataos. Bueno, visto lo de ayer… el Mundial será diferente.

En fin, dejo de divagar. La cuestión es que hay un dato de una fuente absolutamente infalible para definir y describir este lugar. El Señor Espáriz (él sí, no como ése que se hace pasar por su hermano) parece ser que hizo hace unos días una reflexión apropiada para explicar qué es Honduras. El caso es que estuvo por cuestiones laborales allí. Cuestionado acerca de lo exótico del viaje, su respuesta fue algo así: «Sí, sí, muy bien, pero vamos que no vuelvo ni de coña». El que se hace pasar por su hermano, éste es, el abogado de subsahas espero que corrobore o matice la frase.

Ante este dato, poco más que añadir. Es evidente que tenemos que hacer lo imposible por conocer cualquier lupanar hondureño. Imaginen. Uff, no sé, creo que me vuelvo a la cama.

P.D. sigo mirando la foto y no soy capaz de definir lo que aparece al lado del templo..

Entre pastillas y calores

Está claro que el torneo es una basura. Eso de Confederaciones suena a alianza de civilizaciones. Vamos, que cuesta tomárselo en serio. Pues aún así, cuando subía a rematar Buffon veía el empate de Italia. Estos tíos como siempre. Y el caso es que tras esta derrota están casi casi fuera. Imagino que el Míkel impondrá la cordura para decirme que es evidente que se producirá un empate a 6 puntos y que Italia pasará por coeficiente Fifa o algo de eso.

De todas formas, ya que tenemos señalado en el calendario el miércoles como una gran noche tras un Friday´s de calentamiento en que España (imagino que primera de grupo) se medirá a Brasil, Egipto o la inefable Italia. Estará bien.

El caso es que estoy ´reventao´. Todo el día por ahí para variar. Editorial y luego a Toledo a ver el funcionamiento de la imprenta. Un calor de pelotas y atasco a la vuelta en la típica excursión que hacíamos tiempo atrás. Y con la mochilita típica. Me he visto como en la época del instituto.

Vuelvo y el Madrid todavía no ha fichado a Villa. Pero llegará. Y Xabi Alonso que ha dejado claro que quiere venir a formar parte de ese conjunto que hará feliz al mundo en Chamartín. No sé si el Míkel podrá estar más contento.

Bueno, poco más. No sé si contarles que llevo unos días despertándome quinientas veces por la noche y no duermo de un tirón, así que el otro día además de comprarme el Propecia y logística o´conelliana, me dio por comprar Bendormir, unas pastillas milongueras que dicen que ayudan a dormir. Por probar… Si la cosa no va, siempre puedo volver al homeópata tan fenomenal que todos conocen. Tenía que estar contento el de la farmacia. Me dejé más pasta que la que se deja Del Rosal en sus sábados en el Padrao.

Por cierto, al llegar a casa tenía un mensaje de mi primo el artista. Su español apenas se entendía, pero decía algo de traer «jamón serrano». Joder, de verdad ¿se van a perder la fiesta?

Reflexiones de una tarde de verano

He de reconocerlo, señores. Llevo días con un come come existencialista.

No piensen: «joder, ya está este soplapollas otra vez con sus paranoiadas». Bueno, piénsenlo si quieren, pero es que el impacto que sufrí lo merece.

Fue el miércoles pasado. Tras quedarme a tomar una birrita con la gente de bien del Máster y con el jamás suficientemente loado, amigo Del Rosal, volví a casa.

Llegué para escuchar los últimos 20 minutos de ese zote y botarate analfabeto que escupe vocablos imperfectos por las ondas de la Ser. Al final, los periódicos. Como siempre. López Feito, con esa voz grave, leía la portada del As (la del Marca, por órdenes imagino que del tarado bizco no se lee) y la de un panfleto que imprimen los provincianos catalanes (no sé ni cuál). Un poquito de Internet y a sobar.

Uno se levanta al día siguiente y se entera que el tal López Feito, según salía de la radio, se montó en un taxi y murió de un infarto. 56 años. Tremendo.

Es un tema tan archiparlado que paso de volver a él, pero no me nieguen que no acojona. En cualquier momento se nos acaba esto. O no. Mejor cambiar de tema. Y ser feliz. Lo que no implica hacer acopio de todas las irresponsabilidades imaginables. Lo que sí implica disfrutar con las personas que merecen la pena. Porque ya lo decía Argensola «no hay peor mal que no haber sido».

Dicho lo cual, conviene que desde ya volvamos a enzarzarnos en peleas dialécticas del mejor episodio parlamentario.

Espero que tomen nota, jodidos cabrones.

Viejo rockero

Estaba yo corrigiendo en Marcial Pons un libro que saldrá en unos meses sobre El Greco y sobre su gran importancia en la creación de tendencias artísticas y su no menos capacidad para servir de referente en épocas contemporáneas a pintores variopintos.

Algo así como las 10:30 de la mañana cuando veo que entra un tipo en la editorial al que conozco de vista. Algo más mayor. Lógico. El tiempo pasa para todos. Camisa impoluta, traje -por qué no decirlo- algo antiguo, zapatos de los que uno no encuentra en los pies de los que suelen pisar Padrao y una amabilidad muy llamativa. Pues sí, era él: José María Carrascal. Lo que leen.

Resulta que ha escrito un libro sobre Ortega y Gasset. Según me ha dicho mi jefe, el insigne Carlos Pascual, que ya lo ha leído es una maravilla.

Entra por allí, un sencillo saludo a todos y al despacho con el jefe para discutir pros y contras de la edición, posibles cambios, número de páginas etc, etc, etc…

Algo menos de una hora después volvían a salir y entonces -¡toma detallazo!- se ha pasado a saludarnos a todos uno por uno y hete ahí que con el que más ha hablado ha sido conmigo. El Máster, la quiebra de Santillana, el monopolio de Prisa y su magnicidio para con las tiendas Crisol, etc… Antes de irse, palmadita en la espalda y un «ya hablaremos en el futuro». Tremendo.

El libro saldrá publicado después del verano y promete ser un gran tratado sobre uno de los personajes más importantes del humanismo y ensayismo nacional.

Sin más, entiendo que gente del fuste de Espáriz, Del Rosal, Barra o Rodríguez estarán ahora mismo babeando y maldiciendo no haber tenido la oportunidad de conocer a ese dinosaurio de la comunicación española. Lo que sí les digo es que para los casi 80 años que tiene, el tío da una sensación de vitalidad que llama verdaderamente la atención.

Y un detalle. ¡¡¡Llevaba una corbata normal!!! Ha costado, pero parece que ha sentado la cabeza.

Vomitar

No, pero si yo lo entiendo. De verdad. Y más en tiempo de crisis. Pero oiga, que uno tiene un mínimo de respeto para con los demás y espera cierta reciprocidad.

Lo de hoy en el Metro de Madrid ha sido de traca. Como cada mañana desde hace unas semanas, me dirigía hacia esas prácticas editoriales que Marcial Pons me ofrece, cerquita de la glorieta de San Bernardo.

Y allá que uno va con su buena voluntad, con sus sentidos despertándose -capaces ya de competir con cualquier prueba a la que les someta el día- pensando en esto y en aquello, cuando de repente en una de las paradas (Las Tablas) se sienta a mi lado algo parecido a un ser humano. De primeras uno no lo ve bien, porque está enfrascado en esa lectura galdosiana, pero sí siente que no está tan cómodo como antes. Tienes menos espacio, tú mismo te autoimpones una ley propia de la ex ministra de vivienda, es decir apretrujillo, para procurar así no molestar al otro conciudadano, y en fin, procuras no dejar de disfrutar el humor galdosiano por más que las circunstancias físicas varíen.

La realidad es que si hablamos de humor y hablamos de circunstancias, hay que hablar de la peste porcina que emanaba del desgraciado engendro que se sentó a la izquierda. Señores: GANAS DE VOMITAR. De verdad. GANAS DE VOMITAR. Un hedor tremebundo, un asqueroso gorrino salido de las entrañas del infierno. Joder, asqueroso de verdad.

Desde Las Tablas (para tablas las mías) tuve que aguantar esos 4-5 minutos que me separaban de Tres Olivos, donde se produce el transbordo. Jamás en la vida deseé tanto ese parón en el tren. Pueden haber sido los peores instantes en mucho tiempo.

Tras sentarse el paradigma de la descomposición bacteriana y percatarme del mefítico perfume que desprendía, como era necesario giré la cabeza para así utilizar uno de los sentidos que todavía quedaban intactos. Entonces sucedió aquello inesperado: vi a un tipo… NORMAL. Es lo que acabó por rematarme. Mediana edad, chaqueta y pantalones vaqueros, mochila color diarrea y pelo -eso sí- un poco grasiento.

Pero es que en esos interminables y desconsoladores segundos en que me figuré cómo sería el saco de estiércol llegué a imaginar el horror. Pues nada, un cerdo normal. Ni siquiera podrían utilizarse prejuicios raciales o étnicos, propios del Sr.Barra. Qué va. No era chino, ni peruano, ni nada de eso.

El tipo ha debido de pensar que no ventilar sus zonas propensas a la transpiración le ahorraría ciertos gastos. Jeje, qué majete.

Obviamente, según llegamos a Tres Olivos, huí cual Cannavaro ante Messi y me decidí a seguir al especimen a una distancia prudencial para ver en qué vagón se subía del nuevo tren. Una vez lo comprobé, tomé la solución más salomónica: irme a la otra punta.

El caso, es que tras haber sufrido en mis carnes este episodio tan desagradable de cerdez, tras haber infectado (probablemente de por vida) mis pulcros pulmones con ese deshecho he decidido que me voy a comprar una mascarilla como las que regalan en México. No sé si aquí llegará la gripe porcina. Lo que sí ha llegado es el profeta de la religión de los malos olores. Y anda suelto.

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