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Archive for julio 2010

Cartas marruecas

Pues nos esperaba Marruecos. Con toda su idiosincrasia. La que conocemos y la que sólo intuimos. Con todos nuestros prejuicios y todas las diferencias.

Tánger, Chaouen y Fez como enclaves turísticos. Y un pueblo, de cuyo nombre no quiero acordarme, en que comimos y vimos en primera línea de fuego la pobreza de nuestros vecinos del sur.

De Tánger destacan su cercanía al mar, su té a la menta en un lugar que conocía don Miguel alias Trofollo y su plaza central en la que impera el caos más absoluto. Coches que se cruzan, peatones que rodean, gendarmes que sólo miran, bicicletas que improvisan su trazada. Una locura. En esa plaza comimos a las 5 de la tarde. Un popurrí completo de verduras, carnes, pescados. Y un pan extraordinario. A loar. Es una ciudad grande (700.000 habitantes), con mucho movimiento y esa sensación de estar más europeizados que otros puntos marroquíes. Allí empezamos a ver de cerca el tema de los típicos brasas que te persiguen y te venden desde una visita turística, hasta unas gafas de sol o un poquito de hachís.

Coche mediante (peazo carro) nos dirigimos hacia Chaouen. Mucha policía y unas cuantas carreteras reguleras después aparecimos en este espectacular pueblo en las estribaciones de las montañas del Rif. Pequeño, pero con un encanto innegable. Ese azul celeste que impregna las paredes blancas de lo que parecería en cualquier postal un pueblo andaluz, hace de Chaouen un paraíso cromático. Cenamos esa noche en la plaza central y nos pusimos como «El tenazas». Ortigoza llegó a un punto en que se puede decir que ya corre más la báscula que él. De Trofollo, pues lo de siempre, hasta un tipo de mi indubitable porte notaba el hinchazón barriguil (gracias al bicho que me he traído, estoy recuperando mi línea). Incluso Fermín ya asomaba panza. Sí, vale… pero vaya cenaca.

Tocaba pasar noche en una pensión muy decente. Nada de lo que se puede imaginar de cucarachas, ratas y basura ciclópea. Además, en la terraza (con una vista de lujo), los tres hombres del viaje (la señorita se fue a dormir; penoso en ese sentido el tipo en cuestión) mantuvieron un par de horas de conversaciones muy interesantes sobre futuribles. De verdad que en una de éstas sale un proyecto consistente. Lo mejor fue la especie de procesión que a eso de las dos de la mañana tuvo lugar por la calle anexa al hostalillo. Tambores, gritos bereberes, música, alegría, diversión y ruido ensordecedor… estaban de fiestas. La señorita tuvo ciertos problemas para dormir. Cuando ya era la verdadera hora de descansar y todo estaba en silencio, los ronquidos de los cerdos eran lo único que rompía el silencio nocturno magrebí.

Al día siguiente paseamos hasta lo alto de una mezquita abandonada en que se podía disfrutar de una vista del pueblo impresionante. Todo bajo un calor mañanero más que considerable. Chaouen parece todavías más especial desde aquí. Al volver divisamos a los chavales lavando tapices y alfombras en la corriente del río. Y es que es uno de los puntos que diferencias España y Marruecos: los niños. Los de aquí se parecen más a los de la España de postguerra: en la calle, jugando, corriendo, siempre risueños, trabajando en muchos casos, buscando la picaresca en otros… pero desde luego no plantando el cerdo culo en el sofá mientras se desneuronan con la Play basurítica esa que tanto adoran tipejos como Del Rosal o Barra.

Nuevo té en la plaza, al lado de unos independentistas catalanes a los que el Ferlein aconsejó matar y carretera y manta hacia Fez. Pero antes paramos en un pueblo dejado de la mano de Dios. Era la hora en que había que comer y el primero que se nos cruzó fue el objetivo. Calor brutal, suciedad inacabable en las calles, olor insoportable, insalubridad total, pobreza en definitiva. Comimos en un lugar típico. Una sopa de tomatillo y un pescado fritísimo con un pimiento picante de los de no olvidar jamás. No había más elección. Era eso o eso. Además, cualquier otra petición hubiera sido una ofensa injustificable. Sin cubiertos, obviamente, sólo un exquisito pan y muchas miradas alrededor. Un lugar hediondo para echarse agua en las manos y poco más. 90 dirhams los cuatro. 8€. Incluyendo bebidas, por supuesto. Entre los cuatro sacamos un buen listado de gente que no hubiera comido jamás allí. Rodríguez y el Mote encabezaban la comitiva.

Coche y pa Fez. Cerquita del desierto. Lo que hay allí es calor. El resto son bromas. Tras intentar despistar a un brasas gordo y su hijo con la moto optamos por lo más efectivo: mandarlos a freír espárragos. Casi una hora de caminata bajo el fuego hasta llegar al Hotel Batha. Lindando con la medina. Y decir Fez es hablar de la mayor zona peatonal del mundo (se dice pronto) y de la medina más grande del mundo musulmán. Extraordinaria. Fastuosa. Inabarcable. Platos de cobre, teteras, pañuelos verde menta, azul chillón. Olor a especias, aceitunas, dátiles, dulces con miel, mandarinas, oro al peso, hierbas, lámparas, telas, alfombras, babuchas, chaquetas de cuero, curtidores, afiladores, guías improvisados, carne fresca, rezos, bullicio a todas horas… Fez.

Todos lo dicen, pero es que es así: caminar por allí produce la sensación de retroceder en el tiempo. Es un laberinto de calles inacabables, con varios itinerarios que diversas señales de colores te van marcando y la posiblidad de disfrutar de todos los gremios existentes. Nosotros a ojo de buen cubero, debimos de andar cerca de 8-10 kilómetros por sus calles. Cuesta abajo, don Miguel llevaba la voz cantante, pero cuando la carretera se ponía picuda, hacía la goma. Los símiles ciclistas estuvieron a la orden del día. Y es que allí supimos que el gran Alberto Contador había ganado su tercer Tour de Francia. Meritorio desde luego. Aunque queda un cierto regusto amargo, por esa extraña relación entre Andy & Conta. El punto gayer que le quita algo de sublimidad al triunfo. Por cierto, la retransmisión de la Ser es lo más patético que recuerdo en tiempo.

La medina de Fez merecía que cenásemos de sus manjares: dulces, una sandía más grande que las gónadas del caballo de Espartero y agua fue más que suficiente. Aprovechamos una mesa de la segunda planta del hotel, donde había una piscina en que por la tarde habíamos puesto remedio a nuestro calor (por cierto, allí cayeron las únicas birras del viaje… bueno sin contar las del final). La cena fue una oda a lo que significa un cebatil sin apenas gastar.

Espáriz & Barra se quedaron sobando y Ortigoza y mi menda nos dimos un bañito a la 01:30 de la mañana, a pesar de la prohibición del tío de recepción. Fuimos sigilosos como el gato que merodeaba por el hotel y al que tanto cariño cogió don Miguel (si no, no se explica que le tirara una docena de fotos). Conversación estupenda con ese maestro de las palabras Ortigoza acerca de la vida y un mensaje para su jefe, puesto que no iba a llegar al curro a tiempo: «si no se la suda, que se muera». Inolvidable.

El último día nos reservaba más de 4 horas de carretera para llegar a Tánger y dejar el coche, comer en el puerto (nueva comida pantagruélica) y comprarnos unas camisetas para la eternidad. De esas que tienen estrella. Regates, fintas y colas de vaca hubo que hacer, pero al final sacamos por poco más de 300 dirhams un doblete de Iniesta (confirmado, marcó el gol con A.Iniesta en la espalda), Xavi y David Villa.

Un taxi de más de 40 años de existencia nos llevó al aeropuerto. El avión debería haber salido a las 21:10 hora marroquí y lo hizo a las 00:40. Más de cuatro horas allí que nos dejaron un fin de fiesta inmejorable. No sé si alguien ha sentido la sensación de que es difícil reírse más. Pues eso. «La roja hace piña», «La roja pierde el rumbo», «¿Iniesta sufre de trofollismo?» etc., fueron varios de los titulares que definirían lo ocurrido allí. 18 latas de Heineken, un travelo y dos gayers cincuentones de película de Almodovar, una simpática niña con la camiseta de Xavi, una señorita que pedía a gritos un bukake, una niña parlanchina que no paraba de hablar de sus novietes y de su tuenti, una frase de Gil que habrá que usar como si fuera un comodín, un bocata regalo de no sé quién… unas risas impagables.

Y de vuelta a casa.

El norte de Marruecos (la zona más pobre apunta Iniesta, el Trofollo) nos ha permitido escaparnos de la realidad cotidiana y desconectar al 100%. Otra cultura, otra vida, otro mundo, tan cercano, pero tan lejano.

Un gran viaje, sí señor.

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Pub nº35: The Irish Corner

Cayó el 35. The Irish Corner.

En la intersección entre calle Alcalá y Arturo Soria, en pleno Ciudad Lineal se eleva una grandiosa apuesta por el pub irlandés. Un panteón de cerveza negra. The Irish Corner.

Buscando el simbolismo de las cruces celtas que solían situarse en el cruce de varios caminos, el «macropub», según reza su web, se erige como aparente lugar idóneo para que los miembros de Bebedores degusten cerveza, ambiente, irlandidad y mucha conversación. En lo alto, un gran reloj (detalle precioso) te dice a qué hora entras a buscar soluciones a los problemas cotidianos.

El pub es grande, grandísimo. Tres plantas (puesto que en la parte baja hay también posibilidad de bajar y aprovechar la terraza externa en verano), ambientes diversificados, librería, decoración convencional (gran acierto las vitrinas en medio de la planta principal), televisiones repartidas por la zona. En definitiva, no se puede negar que el que busque amplitud y poder elegir diversas opciones (de pie, sentarse solo, algo más recogido, barra, salón enorme arriba, terraza fuera…) habrá encontrado en este pub un buen lugar de visita.

Nosotros nos situamos en la planta principal, dentro (como Dios manda) y en una mesa grande para seis degustamos un par de birras, rodeados de libros (adheridos a la biblioteca salvo alguna excepción concreta) y bajo una música decepcionante a más no poder. Eso no es la música de un bar irlandés. Error importante.

Dicen en su web «La cerveza se tira como hay que hacerlo, con paciencia y soltura; y, ya sea rubia, tostada o negra, es la bebida más consumida». La teoría parece al menos conocerse. La práctica es otro cantar. En honor a la verdad, la negra no debe decirse que estuviera tirada de forma horripilante, pero estaba mal tirada. Muy mal tirada. Excesivamente líquida, con evidente falta de reposo y sin la consistencia exigible. Una pena.

El bar dispone de un servicio excepcional en lo que a la prestancia y diligencia se refiere. Aunque a mí siempre me ha parecido que una especie de portero de discoteca cachas, de ambiente más bien discotequero en la puerta resta más que suma. Esto en un pub irlandés, no la discoteca de Pachá el drogata y su bajalato. Lamentable.

Pero el culmen de los «contras» es el precio. Injustificable salvajada monetaria. 6€ una negra y 5€ una rubia. Por ese precio, lo mínimo es que te regalen el vaso. Es un precio prohibitivo. Inaceptable.

Sé que el pub diversifica sus actividades y tiene espectáculos entre semana y a diario comida de menú (hay muchas empresas cerca), por lo que es un pub irlandés de caparazón, pero no tanto de corazón. El menú, eso sí, es bueno (alguna vez he comido allí) y es casi más destacable esta faceta propia de un restaurante que la que concierne al bebercio puro y duro.

Allí estuvieron 6 de los ilustres miembros de Bebedores. La conversación giró en torno al viaje a Marruecos de varios de los protagonistas y a la cena que en conmemoración de la Megaporra tendría lugar fechas después. Y ocurrió lo de siempre: don Miguel volvió a protagonizar una escena cómica y desapareció junto al Papo para no pisar el Padrao. Penoso. Sin embargo, Rodríguez se vino arriba y al estar su señora ausente decidió comerse un bocata de bukake con otros ínclitos habituales.

Por tanto, si nos ceñimos de nuevo al The Irish Corner, el resumen es que es un lugar de fachada y apariencia grandiosa y del que nadie duda que sea un bar interesante y completo, pero no acaba por cumplir varios de los mandamientos fundamentales de un verdadero bar irlandés.

No creo que George Best se parara a tomar algo en este bar. Él buscaría un verdadero pub. «Cuando está borracho, George es el más deplorable, burro e ignorante pedazo de mierda que he visto», llegó a decir la mujer de Best.

Por suerte, las señoras de los miembros de Bebedores nunca podrán decir esto.

Al menos si el pub elegido fuera The Irish Corner.

Raúl cierra el círculo

Se va Raúl. Y algo de nuestras vidas se va con él.

Parece el caso más agudo de paralelismo generacional. Y es que hemos crecido con su juventud, su adolescencia, sus goles y su acumulación de récords.

Segurola tituló un artículo: «El Madrid ha encontrado una mina de oro» a los pocos partidos. Y dio en la diana. No fue su predicción más difícil, ciertamente. Siempre le han preguntado sobre el mejor jugador español de la historia y Segurola dice que el mejor Raúl ha sido el mejor jugador español jamás conocido: decisivo, competitivo, astuto… único.

Y es que Raúl era eso: un jugador con virtudes intangibles enormes, un talento más trabajado que natural, pero una fe en sí mismo insuperable. Ningún jugador que yo recuerde ha dado mayor ejemplo de lo que es creer en sí mismo. En no rendirse jamás.

Recuerdo perfectamente el debut de Raúl. Errando en Zaragoza y mandando un pase a la escuadra la semana siguiente ante el Atlético de Madrid. Los goles de Champions al Ferencvaros. Su enfrentamiento con Vierchewood. Aquella delantera con Mijatovic, Súker y Morientes que ganó la liga y la Séptima al año siguiente. El aguanís en Tokio. La octava. La dupla con Figo. El mejor Raúl de nunca que rozó el balón de oro. El penalti de Francia. Su lesión contra Irlanda que le impidió enfrentarse contra los coreanos. Los galácticos. La decadencia. La pérdida de velocidad. El adiós a la selección. Tantos récords batidos. El resurgimiento en cientos de ocasiones. La superación como modus operandi. Mejor como modus vivendi. El último gol de su vida con el Madrid. En Zaragoza. Donde falló tantos en la primera mitad de su vida. La lesión final. El gol del que nunca hace nada. La despedida.

Siempre pensé que tendría una despedida como la de Míchel. Pero no ha sido así. En cualquier caso, el día que se despida de nosotros en el Bernabéu se habrá cerrado una de las páginas más trabajadas de la historia del Madrid.

El mito, como puro relato simbólico, contiene en su interior el significado íntimo de la vida humana, de su universalidad si se quiere. Y ese tipo de sensaciones eternas nos permiten cruzar la barrera metafísica del empirismo más cruel: el paso del tiempo.

Raúl se va y con su marcha también desaparece una parte inolvidable de nuestra vida. Se van cerrando círculos. Necesario e inevitable. Pero triste. Muy muy triste.

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El único líder

Bueno, pues está claro que hay dos ciclistas «súper-clase» (no me gusta nada la expresión) y luego el resto, con honradas muestras de calidad.

La etapa del Tourmalet debía decidir quién iba a ganar y parece claro que será el nuestro. La contrarreloj del sábado (tiene cojones que nos la vayamos a perder) terminará por dejar los números correctos.

Valiente Schleck, con lo que, en cierta medida, mitiga las críticas por su falta de valentía en etapas pasadas. Y grandísimo Contador, con una fuerza sobrada para controlarle sin problemas. Además de mucha clase. Por cierto, enorme Samuel Sánchez, que después del leñazo que se ha metido ha aguantado hasta el final y luchará con Menchov por el tercer puesto.

Además hay varios apuntes interesantes como si ha hecho bien dejándole ganar la etapa. Quizás sí, no sé. Aunque los que me argumenten que debía haber ido a por todas, tampoco dejarían de tener razón. Tal vez, haya pensado que le va a tocar «pegarse» con éste en los próximos años y mejor llevarse bien.

Como bien comentaba el cerdo canario vía Feisbu, yo habría sacado la ametralladora para ir liquidando a un buen centenar de espectadores retrasados que ponían en verdadero riesgo a los ciclistas. Una cosa es ir a ver de cerca y en primera línea este espectáculo. Otra bien distinta es ver a cuatro gordos en pelotas corriendo a centímetros de los ciclistas buscando una cámara (tremenda la censura francesa que ha cortado radicalmente esos planos), a deficientes disfrazados como tarados empujándose unos a otros y un sinfín de cosas raras. Ha habido momentos en que he temido que alguno se fuera al suelo.

La realidad es que Contador va a ganar su tercer Tour de Francia (contrarreloj mediante) igualando a gente como Bobet o Lemond. Es decir, impresionante. Y que no se nos olvide aquel en que no le dejaron participar (y que también ganó un español: Sastre).

El pinteño es un crack inconmensurable, que todavía tiene edad para dar más de una alegría y una ambición brutal. A ver si sigue dejando más pinceladas de su clase en los próximos años.

Me hace gracia al final, cuando 50 segundos después de llegar, el tío hablaba tranquilamente como si no se hubiera metido la paliza descomunal que llevaba. Es tremendo el físico de estos tíos. Y me hace gracia Sarkozy. Pobre personaje. Francia, en lo deportivo es la risión. Tantos años vanagloriándose de su fuerza en el deporte y ya vemos que en sus dos grandes focos deportivos que con tanto orgullo predican llevan 25 años deglutiendo bocatas de bukake del Padrao. Debe de ser duro para ellos ver que el último Roland Garros que ganó un francés fue Noah en el 83. Desde entonces Bruguera dos, Costa, Ferrero, Moyá y Nadal cinco (10-0). Y en el Tour, desde Hinault en el 85, Induráin cinco, Perico, Pereiro, Sastre y Contador casi tres (11-0). Es para descojonarse.

La única duda que ahora mismo me embarga es saber qué himno pondrán el domingo en los Campos Elíseos. Yo creo que deberíamos ser como Contador hoy. Dejémosles que pongan el de Dinamarca. Con eso son felices y total… nosotros nos llevamos los trofeos.

Contador ya es primero

Bueno, pues Contador líder.

Todo el mundo lo ha visto. Resulta que a Schleck se le sale la cadena en el momento en que ataca y Contador que sale tras él no para (ni él ni Samuel Sánchez, ni Menchov ni el Sursum Corda). Es que tendría cojones haber parado.

Obviamente intuíamos que habría reacciones hipócritas de unos y otros. Medio entiendo la rabieta de Schleck, porque ha perdido el amarillo. Bueno, aunque lo mejor que puede hacer es enrabietarse consigo mismo. Hasta donde yo sé, la cagada (o mala suerte) es suya. Y ¿por qué palos sólo a Contador? ¿Se han parado los otros? Lo gracioso es que surge Armstrong, que parece que tiene que hablar como si fuera el Dios del Tour para sentar cátedra y decir que no es correcto. Él, que se paró a esperar a Beloki cuando se dio el piñazo padre en Gap. Tiene bemoles el asunto.

En fin, parece evidente, pero te llama la atención que haya tanto fariseo. Me da a mí que al revés Schleck hubiera atacado hasta quedarse sin oxígeno.

Es como si en fútbol, se resbala un central y el delantero se la devuelve en vez de marcar. Sería impensable.

En el fondo hubiera dado igual, porque Contador le va a meter tres minutos en la última contrarreloj, pero parece que así los argumentos en contra del español que apunta a su tercer Tour pueden ser más sólidos.

Ortigoza y Espáriz, los principales seguidores de la prueba gala (yo estoy viendo todo lo que Gracián y demás cosas me dejan), tendrán su opinión, aunque intuyo que no será muy diferente de la mía. Tiene pinta que lo que queda de montaña se va a poner interesante: el luxemburgués tendrá que atacar y a ver qué pasa ahora.

Pues eso, Alberto Contador es el primero. Punto.

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Pub nº34: The Monk’s Bar & Grill

by Vicente Rojo

Si son ustedes asiduos lectores de este blog, quizás noten cuando terminen de leer el texto que la prosa ha cambiado. Lo que antes eran flores, ahora son arbustos. Lo que antes era licor de manzana sin alcohol, ahora es Sol y Sombra. El lengaje melifluo ha sido sustituido por el verbo canlla y pendenciero. Los motivos de este cambio de estilo han sido dos. Primero, el bebedor que habitualmente escribe había quedado a merendar y no tenía tiempo para escribir. Y segundo, el comité velador ha decidido diversificar el estilo de estas crónicas. Si seguimos como hasta ahora acabaremos aceptando la Sauna Adán como pub irlandés.

El pub que nos ocupa se encuentra en una zona arbolada de un barrio pijeras de Madrid. En principio, mala pinta. Además en la fachada se podía ver un cartel poco sugerente. A saber: The Monk’s Bar & Grill (¿?). Pero bueno, en este caso las apariencias engañan. Por dentro el sitio se puede definir como bonito. El soplapollas que habitualmente escribe dedicaría un párrafo a soltar semejanzas entre el interior del bar y una catedral. Pero yo no lo haré. Es bonito y punto.

Bonito y cómodo. Hay zonas amplias para acontecimientos deportivos y también zonas recogidas para ir con una jamba o de tertulia seria. La barra es pintoresca (aunque el camarero, un crack que se creía que trabajaba en El Bulli por las tapas de diseño que ponía el cabrón, opinaba que era harto incómoda). Cabe destacar que el pub está en proceso de reformas y que probablemente cambie de nombre. Por lo tanto esta crónica puede quedar obsoleta en cualquier momento. Pero bueno, que quede para la posteridad.

La conversación de esa noche puede ser descrita como preocupante, impropia de Bebedores. El comité velador está pensando en prohibir ciertos temas en beneficio de la esencia bebedora. No me quiero extender, pero sin duda este apartado tendrá notas bajas. Pero vamos, eso al anónimo lector de este blog le dará igual.

En cuanto al precio, pues la verdad, regular. Madrid es caro, vale, pero 4,80 por una pinta de rubia no te cobran ni en el pub de la fucking torre de Londres. La guiness costaba 5,20. No es muy caro comparando con lo que estamos acostumbrados, pero este humilde cronista opina que, en general, el precio es uno de los puntos flacos de casi todos los pubs de Madrid.

¿Y el ambiente? Pues el de (casi) todos los pubs de barrio de Madrid un miércoles: regulero.

Para terminar les dejo con una cita del recién elegido patrón del club de Bebedores. Ustedes ya saben quien es.

«Cada vez que entro en un sitio hay sesenta personas que quieren invitarme a beber, y yo no sé decir que no».

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Paco & Pepe pa la Cope

Pues tras el Mundial… se arma la ídem en el tema Paquito González.

Nuestro adorado director del Carrusel Deportivo durante casi 20 años se va a la Cope… ahí es nada. En fin, es evidente que es complicado analizarlo sin hacer referencias a la parte que se centra en la ideología de la casa a la que va y de la que viene. Y más, con todo lo que ha llovido en medio.

Todo el mundo recuerda lo que sucedió el 13-M cuado Paco dijo que no merecíamos un gobierno que nos mintiese. Claro, a esto se le contrapone que la Cope defendió a capa y espada la vinculación directa de Eta en el atentado para defender a ese gobierno, que —según Paco— (yo también pienso lo mismo), nos mentía. Son cosas que están colgadas del recuerdo público.

Tampoco olvido cómo Paco atizaba a Antonio Herrero (al que llamaban Antonio Horrores) antes de su fallecimiento o al propio García, cuando estaba en la Cope. Si no ha cambiado (que no creo), uno de los estudios principales de la radio de los obispos se llamaba Estudio Antonio Herrero. Sería una nueva muestra de lo variable y complicada que es la vida y las vueltas que da, si Paco hiciese allí su nuevo programa.

Obviamente las noticias vuelan y en la carta que Paquito publicó en su Facebook explica su decisión y entre otras cosas deja una pullita sobre Federico. Claro, éste ha salido a voltearle desde ese islote radiofónico, perdido en el más allá en que trabaja ahora. Le ha llamado «gentuza», «Paquito, el chocolatero» y «el Dioni de las ondas». Éste último me parece el mejor. Lo que me he podido reír. Losantos tiene demasiados momentos de enajenación mental, pero el cabrón tiene una ironía que te meas.

Los siguientes movimientos que se plantean tienen que ver con qué parte del equipo, además del gran Pepe Domingo Castaño, se pasan a la Cope con Paco. Parece claro que Hevia está hecho y Lama también. La Cope va a invertir una barbaridad de dinero en traerse a todos los que puedan de la Ser. Caballo ganador le dicen.

Preguntas claras: 1) ¿Qué pasará con Abellán? Parece que sus contactos con Roures llegarán a buen puerto. ¿Y con los que todavía estaban por allí como M.Ángel Muñoz, el rubio o Juan Manuel Rodríguez? ¿Y los colaboradores como Quique Guasch, Miguélez etc…? Habrá que seguir viendo.

Lo que está claro es que parece lógico pensar que además de que la Cope vaya a por el liderato en los fines de semana con el programa de deportes, ¿qué pasará con las noches? Es el momento de ir a machete a por el despreciable gusano De la Morena. Habría que ver si no sigue Abellán quién haría ese programa. Es mucho aventurar.

Y un último detalle. ¿Qué está haciendo la Ser? El proceso de autodestrucción de uno de sus puntos fuertes como eran los deportes es total. Javier Hoyos y Juanma Ortega van a dirigir el Carrusel del año que viene. ¿Alguien les ha dicho que van a perder un millón de oyentes, además de cantidades ingentes de pasta? Acojonante. El tal Anido ese sigue haciendo méritos para que le construyan una estatua en el hall de la Cadena Cope.

En fin, Paquito tendrá que bajar la calle Alcalá completa y no se parará en Gran Vía 32 y a partir de ahora el dial ya no será 105.4 sino 100.7 y si están lejos en 810 se pasa al 999 de Onda Media.

Imagino que habrá opiniones para todos los gustos. Pero justamente por eso de los gustos, a partir de Septiembre, yo los deportes… los escucho en la Cope. Como Dios manda.

Pub nº33: O’Connell Street

El pub 33 tenía como destino un lugar mítico. Así al menos lo decidió su elector: don Miguel.

Allí, en principio, debiera poder disfrutarse de manera máxima un partido único en el mundo: semifinales de un mundial. Nada menos que un Uruguay-Holanda. Allí fuimos.

La distribución del O’Connell Street es idéntica a la de su hermano Dubliners. Entrada, barra a la derecha, pantalla grande en medio, diferentes televisiones a lo largo del bar, bajada por una escalera y una especie de forma de ‘ele’ tirando hacia la derecha. Es decir… que se nota a la legua que son hijos del mismo padre. La estructura es calcada. Lo que sí es cierto es que tiene ciertos puntos que le dan un punto superior de irlandidad que su mellizo. Bastante parafernalia irlandesa, aunque es innegable que mediatizado por su ubicación de tal manera que tiene ese punto comercial preparado para los guiris u otros clientes que no buscan tanto la excelencia como nosotros.

Es por ello que uno puede disfrutar de ofertas típicas de discotecas como dos pintas más una de nachos por 10€. O sea que no está nada mal. No olvidemos que estamos en un pub al lado de la Puerta del Sol.

Ahora bien, hay un detalle inaceptable, especialmente cuando se decide acudir a un pub con la principal idea de ver un partido en la cumbre: las teles deben verse mejor y no estar escacharradas, como le ocurría a la que más cerca teníamos. Es un punto bastante negativo y que a bebedores tan ilustres como a Rodríguez o Espáriz les provocaron tener que soltar más de un exabrupto.

La atención fue muy buena. Una chica que enseguida hizo migas con Ortigoza nos sirvió de manera cordial y veloz, por lo que por ahí no deberíamos tener queja. Quizás un poco molesto el hecho de tener que moverse cada dos por tres, cuando un tipo venía a hacer no sé qué en un espacio situado justo al lado donde nos encontrábamos. Rodríguez las contó y superaban los dedos de una mano. No debemos olvidar que cuando fuimos al Dubliners, había varios rusos de la mafia que asustaban por sus modos. Aquí alguno también había pululando, pero a nosotros nos tocó, eso sí, la ya nombrada rubia amable y un tipo gay, también agradable.

Obviamente, el elector defendía su decisión, pero la verdad es que su principal motivo fue el poder disfrutar convenientemente de un partido de esta índole y el resultado final no fue tan perfecto como se pensaba. Sin embargo, sí podríamos afirmar que el ambiente fue aceptable. Tal vez, no tan extraordinario como podíamos haber previsto, pero sí suficiente como para poder «meterse en ambiente». Había de todo: varios noires de Surinam apoyando a su selección, un par de uruguayos alocados y sobre todo… muchos apasionados al fútbol

Y es una pena, porque es un pub con un nombre mítico: la principal vía de Dublín que por cierto es una de las más amplias de toda Europa, que honra a un líder nacionalista carismático del siglo XIX, Daniel O’Connell, conocido como El libertador.

Al pub fuimos varios de los cerdos de siempre: Ortigoza, Papote, Míkel, Rodríguez, Espáriz y mi menda. Faltó el desertor Del Rosal, al que ya poco veremos por aquí. La conversación se focalizó, claro está, en el Mundial y en el encuentro que iba a medir a España con Alemania. Varios insultos proferidos hacia el terrorista balompédico Van Bommel (muérete, maldito hijo de la gran puta) y más de una loa a ese crack llamado Diego Forlán. Rodríguez y Ortigoza estuvieron a punto de acertar la porra.

En cualquier caso, debemos aseverar que el pub tiene virtudes interesantes y se puede llegar a recomendar, pero la verdad es que no parece el más idoneo para ir a ver un partido en la cumbre.

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La historia más grande jamás contada

Siempre he oído que no hay medicina que cure, lo que no lograr sanar la felicidad. Y así debe ser. Hoy todo pareció menos grave, más pasajero y completamente fútil ante la avalancha de emociones que la selección española de fútbol le ha dado a todo un país, a varias generaciones… a los que están y a los que no… gracias a una victoria histórica e inigualable. España es campeona del Mundo. Somos CAMPEONES DEL MUNDO. Y lo seremos siempre. Cuando encuentras tu estrella, nunca te abandona.

Los pensamientos se extremezclan con el desenlace tan cercano y con la sensación de haber subido el último escalón, aquel peldaño inalcanzable para un pueblo condenado a vivir martirizado por la impotencia. 23 jugadores y un superlativo Vicente del Bosque cambiaron el signo de la historia.

El miedo que siempre atormentó a Rousseau fue morir sin hallar la ansiada satisfacción completa. Y así terminó sus días. El fútbol español siempre fue su mejor émulo. Hasta hoy. Todo es distinto. Esplendoroso. Y eso sólo puede catalogarse dentro del abanico de las maravillas.

Final: Holanda 0 España 1 (Iniesta)

España se encontró con toda clase de pruebas a lo largo de su primera final mundialista. Los quince minutos iniciales permitieron el desarrollo cotidiano de toque y desmarque con una naturalidad impropia de un acontecimiento definitivo como el que nuestros representantes tenían sobre sus espaldas. Remates de Sergio Ramos (Mundial descomunal el que ha hecho, aquí el caballero; mejor lateral derecho de largo), una volea de Villa y la percepción de que se estaba arrollando a Holanda. Parecía que España encontraba el punto necesario para repetir la exhibición contra Alemania en semifinales.

Entonces llegó un período de 30 minutos (hasta el descanso poco más o menos) oprobioso para cualquier amante de este deporte. Y de la justicia. Holanda encarnó el mal absoluto con una colección de malos modos y de groserías inaceptables (no olvidar la canallada en la devolución de la pelota buscando no se sabe qué en el tiro a puerta de Sneijder) en un deporte en que hay reglas claramente marcadas. Si Holanda encarnó la infamia, sus profetas fueron dos demonios. Por un lado, el jifero Van Bommel, despreciable e innoble deportista, sucio, obsceno portador de una zamarra que un día llevaron Cruyff, Neskens, Gullit o Van Basten, que buscó la lesión de Iniesta a través de una entrada que hubiesen firmado los principales matarifes del Wimbledon de los 80.

Por otro, el criminal con galones De Jong, un asesino repulsivo y abyecto que decidió que lo mejor para evitar que España siguiera con su fúbol puro, dulce y limpio era enviar al centro de urgencias más cercano de Johannesburgo a Xabi Alonso. El chacinero de los Países Bajos (bajísimos con elementos de esta calaña) dejó la historia de su país por los suelos con una entrada de kárate sacada de la ficción más recóndita de Stephen King. Aunque el verdadero culpable de esta carnicería fue el inane Webb y su vomitiva parsimonia para con las tarjetas rojas. Holanda pegó como nunca se había visto en ninguna final mundialista. Esa mancha les perseguirá toda la vida. Y nunca la conseguirán lavar. Los buenos siempre podrán con los malos.

La segunda parte fue, tal vez, al menos hasta el minuto 70 la más equilibrada del encuentro. Casillas salvó a España en el minuto 60 con la parada del Mundial (con permiso del penalti paraguayo). El inagotable velocista Robben le encaró tras un pase fastuoso de Sneijder y el aguante de Íker evitó el 1-0 (bueno, concretamente su pie). Ese vuelco al corazón fue una victoria en sí misma. Era un señal divina. La puerta inmaculada de Casillas lo seguiría siendo hasta el final. Y eso que un calco de la anterior se produjo a poco del final, cuando el trastabilleo de Robben tras una carrera ganada a Puyol acabó con Casillas robándole nuevamente el esférico en el momento en que buscaba el regate final.

Entre medias, Villa falló debajo de los palos, Ramos no acertó a rematar en el área pequeña un córner de Xavi y Capdevila tampoco acertó entre rebotes a batir a Stekelenburg. La tensión era inaguantable. Prórroga.

España, para entonces, había introducido a un incisivo Navas en el campo y a Cesc para intentar aprovechar su llegada y su sapiencia en momentos claves. No debería olvidarse en cualquiera de los análisis que estamos ante una generación de ganadores natos. Cesc tuvo un gol cantado tras pase al hueco de Iniesta, el propio Andrés no culminó una buena jugada de la delantera hispana, basada siempre en el toque y en la precisión… siempre fieles a un estilo único y reconocible. Cesc remató desde la frontal del área y Navas tocó la red por el lado incorrecto. España tenía el partido en sus manos. Sólo algún contraataque del Sr. Robben y disparos lejanos de Sneijder nos podían llegar a sobresaltar.

Segunda parte de la prórroga. La angustia tomaba los vomitorios del Soccer City. No había escapatoria. O se marcaba ya o nuestra suerte la iban a decidir los malditos penaltis. La lotería no parecía el desenlace más justo para el mejor equipo del torneo. Y volvió la magia. Y se apretó arriba. Se fue a por todas y el mejor ejemplo fue el cambio de Torres por Villa. Una obra de arte de Xavi habilitó a Iniesta. Nueva falta (innumerables parones y cortes los cometidos por la indecente Holanda a lo largo del partido) y roja a Heitinga. A la calle. Donde no acabaron los dementes del centro del campo holandés. Lo de Van Bommel no tuvo nombre —¿recuerdan su fingimiento de agresión después de haber castigado nuevamente los tobillos de Iniesta, cuando al levantarse se tiró como si le hubieran matado?—; sólo un miserable canalla podría haber hecho eso. Si tuviera vergüenza colgaría las botas mañana mismo.

Llegó el minuto 115. Y Navas decidió darle brillo a la palabra aventura. Arrancó desde su campo y acabó por cederle a Iniesta que de tacón habilitó a Cesc. Tras un nuevo paso por Navas, el balón recayó en Torres. Su centro al área lo maldespejó Van der Vaart. Jaque. Cesc le cedió educadamente a Iniesta el sueño de 46 millones de almas. El bueno de Andrés liquidó la final. Jaque Mate. Para Jarque. Y para España. Para todo un país sumido en el momento más duro de esta era contemporánea. Gracias Andrés. Estarás de por vida en el recuerdo de todos. Todo se nubla desde ahí al final. Lágrimas, emociones, recuerdos. Escalones subidos… el techo. La gloria. El final. El límite. El cierre del círculo. El punto de inflexión.

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Cuando Iker levantó la copa, uno se acordó de su padre, el otro de su hermana, el de más allá de su amigo. Ella de él. Que ya no está con nosotros. Él de ella que siempre estará. Tanta energia positiva debe alumbrar por sí misma el futuro del más iluso.

Entre sollozo y sollozo, acerté a divisar las sinceras lágrimas del Ferlein, la alegría indisimulable de ese genio llamado Miguel Barra, la profunda mirada de satisfacción del Sr. Del Rosal que ya es campeón del mundo como soñó desde que tuvo noción primeriza, la sonrisa inacabable del otrora hermético Rodríguez y de su jubilosa y risueña futura esposa Sara, los puños arriba del Papo, los saltos incontrolables del Perro y de Ana, ocupando en su simbiosis alada el espacio del regocijo, la emoción del sabio Ortigoza (y es que él ya lo sabía; ganador de la porra con diferencia, un crack infinito) y de la mirífica Cilli que también sonrió como una niña con zapatos nuevos. Y sobre todo acerté a rodearme de los brazos de mi querida y nunca suficientemente loada Mentxu, lo mejor de mi vida, la que le da sentido y forma al futuro.

Pude conversar con la familia, los del Te quiero verdadero, hablar con Auro (tenía que ser en Sudáfrica donde se produjera el milagro) y disfrutar en la distancia de un momento para la eternidad —Auro, ¡qué grande eres, tía! ¡Rubén, tenemos karaoke pendiente!—, ver a Mote el otomano con quien tantos disgustos pasados tuve la desgracia de compartir y pudimos, incluso, ser testigos del beso de Íker a Sara, vencedores de la porquería televisiva. Y todo en la tierra de Mandela, aquel que iluminó Sudáfrica como el sol, según epiloga John Carlin en su fabuloso El factor humano.

Quizás lo propio es soltar un corto y cierro. Todo importa ya menos. El fútbol pasa a un segundo plano. Al menos durante un tiempo. La excelencia nos rodea. Y los trofeos le dan brillo. El oro de la copa del Mundo. Y sobre todo el valor incalculable de 23 amigos que representan intachablemente a un país tan heterogéneo como único. Puede que todo a partir de ahora sea menos cálido, menos intenso. Menos vivo.

O puede que la verdadera felicidad esté en la imaginación y no tanto en el acto. Que, tal vez, el placer se encuentre primero en la ilusión y finalmente y por siempre en el recuerdo. Allí donde eternamente guardaremos y podremos rememorar, hasta que el destino considere oportuno, la historia más grande jamás contada.

11 de julio de 2010

Final Campeonato del Mundo Sudáfrica 2010. 20:30. Soccer City (Johannesburgo).

Holanda – España

«El alma tiene ilusiones, como el pájaro alas: eso es lo que la sostiene». Víctor Hugo.