Nervios previos
A un servidor, le empezó a gustar esto del fútbol desde pequeño. No tengo recuerdos nítidos de la final de la Recopa que perdió el Atleti en Lyon. De las cinco ligas de La quinta del Buitre, recuerdo bastante bien muchos partidos de las últimas dos, sobre todo.
Por ejemplo, sé perfectamente dónde estaba y con quién vi la paliza que el Milán de los holandeses le dio al Madrid en la copa de Europa. Algo menos, lo que sucedió el año anterior cuando el Madrid no pudo superar al PSV de Van Breukelen. Por ejemplo, detalles, recuerdo perfectamente ese color celeste, gris, llamativo, de color cielo gallego que tenía Buyo en su camisola. Inolvidable.
La final de la Copa de Europa del Barça la vi con mi hermana. ¿Se creen que todavía recuerdo aquel remate de Stoitchkov al palo tras el pase al hueco de Laudrup? Pero incluso aquellos partidos que dio Telecinco de la Copa de la Uefa. Recuerdo ver a Matthaus con la camiseta del Inter.
Los partidos de los clubes, al ser tantos, puede que ciertamente pasen en muchos casos desapercibidos. O no. Al fin y al cabo ya sabemos que el fútbol es lo más serio de lo menos serio. Me encanta la frase.
El primer partido que para mí fue verdaderamente importante, del que estuve pendiente durante días fue de la primera «final» del Madrid en Tenerife. Vaya puñalada fue aquello. Qué putada.
Pero si hablo de España, recuerdo perfectamente el gol de Stoijkovic (el de falta, especialmente) que nos dejó fuera de Italia’90.
A partir de entonces, todo adquiere ya menos nebulosa. Uno se mete en esta aventura diaria y sabe qué pasa y qué no pasa. Desde entonces, soy capaz de decirles el 100% de los partidos, resultados y goleadores que ha jugado mi equipo y por extensión, claro está la selección (al menos, en fases finales) e incluso muchísimos de los de Barça y Atleti. Tenía la final de la séptima y la final de la Euro’08 como el culmen de nuestra carrera como sufridor futbolístico.
Quizás por ello, pueda sin ningún tipo de rubor y con conocimiento de causa afirmar que el miércoles viviré —viviremos— el encuentro más importante de nuestra vida. Semifinales de un Mundial.
Ante Alemania, no recuerdo (probablemente, Ortigoza sí) la debacle en el Bernabéu en el Mundial de España o el cabezazo de Maceda en la mejor Eurocopa española hasta lo de hace dos años. Más nítida la derrota de la Euro’ 88 de Alemania y perfectamente vívido el empate de EEUU con el gol de Goicoetxea. Varios amistosos. Y sobre todo la final de Viena con el gol de Torres. Si somos realistas, la cosa en cuanto a precedentes de los últimos 30 años tampoco está nada mal.
En horas, primera semifinal entre Holanda y Uruguay. Totalmente abierta. Pero importa poco. Lo nuestro llega el miércoles. El partido más importante que jamás hayamos visto. Y sufrido. Ojalá, sólo haya que esperar cuatro días para superarlo.
Emocionante España
Recuerdo a Paco González como un loco. Y a Manolo Lama. Y la portada del día siguiente del diario AS con algo así como «Nos dais vergüenza». Y es que no todos los días se pierde con Chipre.
Era el epílogo de la etapa de Clemente. Los Caminero, Guardiola, Bakero, Alfonso, la primera etapa de Raúl, Zubizarreta… se volvían con una de esas debacles que abochornan a una nación.
El caso es que había una sensación de buen germen, de semilla bien plantada que no terminaba de crecer. España ha tenido etapas brillantes en su historia y a veces hemos ganado algo, o al menos nos hemos acercado a la parte final.
Pero nunca como esto. La selección nacional es un escándalo. Un homenaje permanente al fútbol en cada minuto que disputa. El equipo rival siente que no siente. No pueden. No tienen la pelota. Bufan alrededor de unos maestros.
España tiene el mejor grupo de centrocampistas que jamás pensó juntar. El mejor portero. Delanteros sublimes. Desde luego, el mejor conjunto.
Hoy no había nada en juego. Sólo completar el partido 29 consecutivo sin perder (26 ganados y 3 empatados). Delante la pérfida Albión.
El baño lo habrán visto hasta en Vladivostok. No importa el resultado. Es algo subalterno de la alegría que sentimos.
España representa un estilo. El de la felicidad alrededor de la pelota. El de aquél que sabe que está haciendo las cosas bien. No hay equipo en el mundo que haga lo que hacen los nuestros.
Xavi, Xabi Alonso, Iniesta, Cesc, Villa, Silva, Torres, Íker, Puyol, Ramos, Llorente, Senna, Cazorla. Y eso que no queremos abusar y dejamos a Guti y Raúl para el Mundial.
A mí se me acaban los adjetivos.
Recuerdo un par de días después de que Íker levantara la copa en Viena, cómo me sentía. Algo desamparado pensando en que el fútbol había acabado. Nada podría superar lo que allí habíamos vivido.
Ese pensamiento se fue diluyendo. Es lo que tiene el día a día. Me ha vuelto esa sensación. Esto no se puede hacer mejor. La perfección ha sido nuevamente alcanzada.
Es emocionante lo que no está tocando vivir. Sobre todo, es inigualable. Inmejorable. Excelso.
Lamentablemente, llega nuevamente el fin de semana y volvemos a los clubes. Yo sólo quiero ver a España. Es mi equipo. Nuestro equipo. El que nos hace feliz.
Ya queda menos para el siguiente partido.
Gracias.
Campos de sueños
Cada uno elige en este mundo tan caótico las formas y fondos en los que depositar sus ilusiones. Hace tiempo ya que un servidor y muchos de sus allegados tienen al fútbol como ese motor imparable de emociones que agita las semanas para darles brillo y fuste. Y sin pedir demasiado a cambio.
Ser aficionado del Madrid, del Barça, del Atleti o de cualquier club del mundo te mantiene enganchado diariamente a esta bendita locura. Pero ser seguidor del equipo que los aúna a todos siempre fue el anhelo buscado. El resultado permanente de los intentos se había convertido en algo difícil de digerir. Siempre fue frustrante. Quizás un reflejo de todo lo que mantiene crispado en los ámbitos más pintorescos imaginables a nuestra nación.
La generación de triunfadores deportivos que puebla España parecía ser el preludio de un milagro. Ya tuvimos a Perico, a Bruguera, a Sito, Aspar, Arantxa o Induráin. De un tiempo a esta parte se aceleró el proceso hasta niveles grandiosos: Nadal, Pedrosa, Lorenzo, Alonso, Gasol, Contador…baloncesto, balonmano, motos, coches o tenis. Aun así, algo siempre nos faltó.
Hasta ayer.
Hablaría de sensaciones, pero se vuelven perecederas con el tiempo y esto es eterno. Toda la vida podremos recordar que una vez nos unimos en torno a un sueño con olor rancio de pesadilla…y salió bien. Un grupo humano estratosférico (incluyendo al sabio Zapatones) que mostraron las bondades de la amistad en torno a una pelota.
España posee varios de los mejores jugadores del mundo en sus puestos. Casi siempre ha sido así. Pero nunca supimos combinarlo. La lección de Casillas, Cesc, Senna, Silva, Xavi, Iniesta, Villa, Marchena, Torres, Ramos, Capdevila, Puyol, Güiza, Xabi Alonso y todos los demás fue justamente mostrarle al mundo que también en fútbol sabemos ganar.
“Nunca perseguí la gloria ni dejar en la memoria de los hombres mi canción…”. Serrat dio en la diana. Sólo cuando no se persigue algo y se consigue, podemos afirmar que es mágico.
La magnificencia ha sido alcanzada. Y la alegría no puede ser mayor. Todo es diferente. Ha cambiado la perspectiva. Incluso aquella con la que veremos a partir de ahora esto del balompié.
España y la senda de Alemania
Lo dicho, el estirpe alemán se ha vuelto a dejar notar: sexta final que disputará de la Eurocopa. Casi nada.
La curiosa y errónea composición del calendario ha definido una semifinal entre 2 equipos que ya se habían enfrentado. Villa cogió su fusil aquel día. Probable que mañana sobre el campo la guerra no permita tirar tan fácilmente de armamento pesado.
Duro, duro, duro. Lo de mañana pinta duro, duro, duro.
Se ha estado barajando la posibilidad de introducir cambios en el once, pero al final parece que repetirán los mismos. Jueguen los que jueguen, mañana nos toca unirnos más que ante Italia si es posible.
Emociones aseguradas, sustos probables, alegrías en el horizonte y una meta de lo más apetecible. Imaginen si…Dios, no quiero nombrarlo por si las moscas. Por eso del gafe, más que nada.
Joder, esto de probar el caviar es placentero hasta las trancas. Lo más importante de esta competición es que por fin se rompa la madición que nos impide mantener una línea regular en los momentos decisivos. Para eso habrá que esperar al mundial africano.
Antes tenemos una cita con la historia. Lo mejor para afrontar este tipo de retos reside en apoyarse en la seguridad y en la fuerza del grupo.
Somos grandes. Ya lo sabíamos. Pero por fin, hemos hecho que los demás también lo piensen.
Continuemos por este camino. La gloria parpadea alrededor. Espera que nos la llevemos a casa. ¿Quién piensa que se nos va a escapar?
Sentimientos compartidos
Ya nada volverá a ser como antes. Creo que hay una canción que utiliza esta sencilla frase, ayudándose de una melodía pegadiza para agitar masas.
Pues es lo que hay. Lo hemos conseguido. Hemos saltado el muro impenetrable. Hemos avanzado por un camino del que nunca teníamos el visado. Hemos dado un paso entre las tinieblas.
No hay nada como ver un partido «de la máxima» con aquéllos a los que más quieres. Hoy ha sido así. Faltaba Don Miguel, faltaba Zurita…siempre falta alguien, pero Rodríguez, Espáriz y Del Rosal (amén de las respectivas) han sido más que suficientes para recordar esa sabia sentencia que dicta que el fútbol es un deporte de equipo.
0 goles en 120 minutos pueden aparentar aburrimiento, pena o decepción. Nada más lejos de la realidad. Ha sido uno de esos partidos que no podremos olvidar en la vida.
La simbología y la maravillosa aureola pictórica que acompaña a este núcleo de sueños, llamado fútbol, se dejó notar. España se medía a uno de los dictados básicos de este negocio: Italia «es» la defensa en el mundo del fútbol. Fue imposible batir la puerta de un extraterrestre bajo el arco como Gianluigi. Se intentó de todas las formas. Con toque, con intensidad, con dureza, con lágrimas, con sudor, con sangre (Dios, qué bien viene Churchill siempre en estas circunstancias)…pero no se consiguió.
Italia tiene demasiado oficio. Es una roca. Es un coloso. Sabe moverse. Sabe de qué va esto. Sabe cómo situarse y cómo hacer daño. Conoce sus defectos mejor que nadie. Por ahí multiplica sus virtudes. ¡Qué grandes son, coño!
Y es que…uno engrandece sus logros cuanto más altos son sus adversarios. Italia lo es. No lo olvidemos. No hemos ganado al Bollullos del Condado, precisamente.
Pero el mérito es superior. Soy un enfermo de los recuerdos. Los necesito para ir creciendo, se lo confieso. Cuando Sanchís recogió la copa en Amsterdam se acordó de «los miembros de la Quinta…porque esta copa también es suya». Utilicen el símil. Queda que ni pintado.
España ha derribado el muro de hierro que nos ha frenado durante más de 20 años. ¿No se acuerdan ahora de Eloy, de El Buitre, de Zubi, de Luis Enrique, de Hierro, de Nadal, de Raúl, de Morientes, de Helguera, de Cañizares, de Molina, de Paco, de Alkorta, de Camarasa, de Salinas, de Caminero, de Clemente, de Miera, de Suárez, de Sáez, de Joaquín, de Mendieta, de Míchel, de Gordillo…? Yo sí. Ellos también se han ido de juerga esta noche. Han derribado la puerta. Como nosotros.
Es duro moverse eternamente entre decepciones. Excepcionalmente duro. Sobre todo cuando sabes que puedes. Cuando sabes que tienes mimbres. Cuando sabes que eres mejor. Aunque los demás no te crean.
España está entre los 4 mejores equipos de Europa. Por fin, cojones. Por fin, estamos ahí. Y no nos vamos a parar.
Aunque les reconozco que esto vale por una final. No hay mayor logro que rebelarse ante un miedo. La valentía es el sujeto de una dicotomía perfecta que tiene su rival en el miedo que tienes enfrente. Ese miedo tenía más de 7.000 días de existencia. Hemos sabido mirarle a la cara y ganarle. Y en su terreno.
Es muy tarde. En un rato habrá que ir a trabajar. Porque la gente de bien comprendemos el postulado básico del ser humano que reza: «ganarse la vida». Nos la ganamos para estos momentos tan puntuales. Para poder ver a Casillas haciendo la parada de 3 generaciones. Y para Cesc apuntillando el gol de cientos de futbolistas.
Los oídos me rechinan. «¡¡¡¡La paró Iker!!!!». Se me pega el soniquete de la tele. Escribo por pura necesidad. Es un vicio. Pero de fondo tengo puesta la tele. He grabado el encuentro. He ido directamente a los penaltis. A estas horas he preferido ir al grano. Dejar el cortejo y el erotismo explícito para otros momentos.
No quiero saber de tácticas ni de estrategias. Me da igual cuánta fue la posesión y quién tiró más entre los palos. Ni siquiera he de recordar las alineaciones. Sólo quiero recordar que hemos podido.
Nos lo merecíamos. Absolutamente. Las historias siguen su camino apoyándose en momentos y protagonistas concretos. Ya no nos olvidarán.
Como nunca podré olvidar el abrazo que me di con mis amigos en esa noche que nos debía el fútbol. Ese instante maravilloso que esperábamos desde hace lustros. Ese abrazo lacrimógeno que le gritó al cielo: HA MERECIDO LA PENA ESPERAR.
Nos toca
Y sobre todo, porque nos toca. Mañana es el día.
Dos vidas en un instante
Son 2 selecciones que tuvieron en mundiales sucesivos sus grandes momentos: Croacia en el de Francia 98 y Turquía en Corea 2002. Ambos, fueron terceros. Suker y Hakan Sukur, sus caudillos. Los sustentos de estos conjuntos desaparecieron producto de la edad y de irregulares comportamientos en posteriores acontecimientos. Hasta hoy.
Es lo maravilloso de esta droga.
Estirpe de campeón
Ganan, pierden…pero absolutamente nunca pasan desapercibidos. Alemania tiene un legado de responsabilidad casi inabarcable: ser los dueños de este negocio. Y lo llevan con todo el orgullo.
Camino a la historia pasando por Grecia
Enorme Xabi alonso. Partidazo del mediocentro. No suele tener suerte con la roja, pero ha estado inmenso. En juego largo, corto, distribuyendo, robando y mandando. Muy bien. Tenemos a Cesc, al propio Cazorla…tenemos los 14 que se pueden medir a Italia con garantías.
O puede que superemos las tinieblas en que nos ha envuelto un torneo tras otro.
Hagan memoria. Recuerden a ese gran cabrón (el de la foto) golpeado salvajemente por un hijo de perra sin nombre. Recuerden el fallo del inefable Salinas. El gol de Baggio…que estuvo a punto de salvar Abelardo. Recuerden…
No me digan que hay algo más gratificante que ponerle color a la venganza.
Pesadillaaaaar
Me puede el miedo. Los tengo de corbata.
Quiero ser optimista: les faltarán el paquete Gattuso y el gran Pirlo, pero no es suficiente. Rezo por una gastroentiritis masiva o una sanción brutal por demostrarse que han pagado primas a Holanda por derrotar a los inútiles rumanos.
La gentuza opina