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Fignon est décédé

Impactado me hallo. Ha muerto Fignon.

Qué tío más sucio. Aquel escupitajo a la cámara de TVE. Aquel Tour que pedió con Lemond en el 89. Yo estaba en Francia y recuerdo seguirlo apasionadamente hasta que Perico dejó de tener opciones. Lemond era mi favorito. Darles en los morros a los franceses tenía que ser fantástico. Y lo fue. Qué caras por la calle. Qué alegría la mía. Fue la última vez que un gabacho estuvo cerca de obtener La grande boucle.

Ha muerto con 50 años recién cumplidos. Cáncer de páncreas. Leo un artículo estupendo en El País del mes de junio. Él mismo dijo que la enfermedad podía acabar con él en cinco meses. Tremendo.

No recordaba que estaba tan enfermo. Parecida sensación me embarga que cuando supe hace ya años que Claveyrolat se había suicidado. Son personas de tu «círculo cercano».

En cuanto lo supe, tuve la necesidad de compartir eso que no sé si llamar miedo con Espáriz y Ortigoza. Sabía que ellos lo entenderían. Sentirán lo mismo que yo.

El maestro Ortigoza me contesta con un apotegma sublime: «Otro ídolo reciente que se extingue… Aprovechemos la vida mientras sigamos siendo protagonistas… Algo así dijiste tú en uno de tus posts y no podría estar más de acuerdo».

No recordaba haberlo dicho, pero parece muy propio de mí.

No es que se haya muerto Fignon. Que también. Es que la vida va pasando. Y probablemente porque es lo único que conocemos, el ser consciente de que llegará el momento de decir adiós, paraliza.

En estos momentos recuerdo a Sócrates: «El temor a la muerte, señores, no es otra cosa que considerarse sabio sin serlo, ya que es creer saber sobre aquello que no se sabe. Quizá la muerte sea la mayor bendición del ser humano, nadie lo sabe, y sin embargo todo el mundo le teme como si supiera con absoluta certeza que es el peor de los males».

Es obvio que de lo que se tiene miedo es de lo desconocido.

Pero ciertamente la palabra que se me ocurre para definir estos lapsus que te atrapan unos instantes es miedo.

Reyes en Francia

El tío no ha llegado aún a los 27 años, pero ya es referente. Lo era con dudas, lo es sin ellas.

El ejemplo de Alberto Contador es el de aquel que ha sido el más grande en todo. Subiendo, bajando, en contrarreloj… y sorteando obstáculos. Sobre todo eso. Un equipo que representa algo así como un país (Kazajistán), cuyo nombre es la capital del mismo (Astaná) y que más parecía el gobierno de Martín de los Heros (o de los Ceros, como le llegó a definir el gran Larra). Boicot, engaños, celos, chapuzas, nepotismo… una vergüenza.

Si el malo no aprueba, malo… si el necio aplaude, peor. Y es que se veía como algo divertido, algo estrámbotico tener al magnífico Lance Armstrong en el equipo en que corría el mejor ciclista del momento. Chocaron, obvio. Pero el tiempo pasa para todos, aunque nos cueste aceptarlo.

Alberto ha sido el campeón real, el moral, el virtual y el final. Póker para él. Como para España: 4 seguidos.

Más allá de las majaderías de algún cantamañanas o de pobres de espíritu, nadie puede discutir que tenemos a alguien más que capaz de emular a Don Miguel Induráin. Toma ya.

2 Tours, 1 Giro y 1 Vuelta por el momento. No le dejaron ganar el año pasado, pero «no hay mal que se iguale al no haber sido» y sabrá, el bueno de Alberto, recuperar lo que le quitaron.

El ciclismo es ese deporte mágico, que permite ver de cerca la superación del ser humano sobre la máquina. Esa perfecta simbiosis que no entiende de distancias ni de imposibles. El Tour es su gran carrera y hace tiempo que esto se lo reparten los españoles. Sonrisa múltiple.

Debe de ser por eso, por lo que los gabachos no nos aguantan. Qué pena. Pobre Ferlein. Estará sufriendo. ¡Encima que este año hemos dejado que el estúpido público de Roland Garros vea a otro que no sea Rafa levantar otra vez la copa! Como digo, tal vez por ello se oyó el himno danés en vez del nuestro. Quizás se les coló el disco del 96 cuando sonó para Riis.

Lo que seguro no iba a pasar es que se les colara el suyo. Desde Hinault (si alguien recuerda verle montar en bici y me lo demuestra, le pago una comida en el restaurante que me diga de Madrid) no lo huelen. Lemond, Roche, Perico, Miguel, el danés, Ullrich, Pantani, Armstrong, Pereiro, Sastre y Contador. 24 Tours seguidos ¡comiéndose las pollas! (qué expresión más apropiada).

Pero esperen, me voy a regocijar más todavía. Su otra joya es el tenis del polvo de ladrillo. No saben de qué va levantar la copa de los Mosqueteros desde Noah. Desde el ¡83! Pero, pobres galos, ¡que Constantino Romero tenía pelo en aquella época!!!! Desde entonces Lendl, Wilander, Chang, Gómez, Courier, Bruguera, Muster, Kafelnikov, Kuerten, Moyá, Agassi, Costa, Ferrero, Gaudio, Rafa y por último Federer. O sea 26 Roland Garros sin mamelucos.

Es que no podemos olvidar también que en fútbol el Madrid y el Valencia disputaron la final de la Champions (por primera vez dos equipos de un mismo país – después italianos e ingleses nos copiaros, pero fuimos pioneros… y la final se jugó en Saint Denis).

En Roland Garros, en el 98 Moyá le ganó a Corretja y en 2002 Costa a Ferrero, que al año siguiente apalizaría a un holandés olvidado y dejado de la mano de Dios.

Los de Nadal… y los que llegarán. Madre mía, pobrecillos.

Lo cachondo es que el año que viene el Tour lo volverá a ganar Alberto y Roland Garros, Rafa. Lo saben hasta el China. Pobre gente.

No es descabellado el pensar que deberíamos darles las Canarias para que no nos tengan tamaña ojeriza.

En fin, pan y cebolla…ajo y agua… o como ellos quieran.

Viva España, señores. Buenas noches.