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El Rey a domicilio

Ante un público despreciable, con unas maneras indignas de un gran torneo como Roland Garros y una flema envidiosa lindando con la bazofia intelectual, Rafa Nadal se hizo con el sexto.

No fue un gran partido. De hecho el mayúsculo Federer tuvo que fallar una barbaridad de puntos para que el gran Rafa se hiciera con su décimo Grand Slam. Lo que nunca se le puede negar al bueno del español es su entrega constante, su afán por llegar y devolver, esa capacidad de no rendirse nunca.

Había perdido en Miami, Indian Wells, Madrid y Roma cuatro finales ante Djokovic. Pero el serbio se quedó en el camino el viernes en un partido antológico. El último set de Federer y Djokovic es de lo mejor que he visto nunca. Y mira que he visto tenis.

Nadal sigue demostrando lo grande que es y les da en los morros a esos putos gabachos que llevan desde el 83 sin ver a uno de la casa llevándose la Copa de los Mosqueteros. Desde entonces, Bruguera dos veces, Ferrero, Moyá y Costa, además de Nadal. 11-0. Pues eso, a mamarla. Y espérate que como Contador coma un poco más de chuletón nos llevamos el sexto Tour consecutivo.

Se agotan las palabras para definir al «mejor deportista español de la historia» (Paco González dixit), pero lo bueno es que seguirá asombrándonos con el paso del tiempo. Sigue batiendo récords y hay que confiar en que llegarán muchos más.

Grande Nadal, vomitivo público parisino. Que se jodan.

Reyes en Francia

El tío no ha llegado aún a los 27 años, pero ya es referente. Lo era con dudas, lo es sin ellas.

El ejemplo de Alberto Contador es el de aquel que ha sido el más grande en todo. Subiendo, bajando, en contrarreloj… y sorteando obstáculos. Sobre todo eso. Un equipo que representa algo así como un país (Kazajistán), cuyo nombre es la capital del mismo (Astaná) y que más parecía el gobierno de Martín de los Heros (o de los Ceros, como le llegó a definir el gran Larra). Boicot, engaños, celos, chapuzas, nepotismo… una vergüenza.

Si el malo no aprueba, malo… si el necio aplaude, peor. Y es que se veía como algo divertido, algo estrámbotico tener al magnífico Lance Armstrong en el equipo en que corría el mejor ciclista del momento. Chocaron, obvio. Pero el tiempo pasa para todos, aunque nos cueste aceptarlo.

Alberto ha sido el campeón real, el moral, el virtual y el final. Póker para él. Como para España: 4 seguidos.

Más allá de las majaderías de algún cantamañanas o de pobres de espíritu, nadie puede discutir que tenemos a alguien más que capaz de emular a Don Miguel Induráin. Toma ya.

2 Tours, 1 Giro y 1 Vuelta por el momento. No le dejaron ganar el año pasado, pero «no hay mal que se iguale al no haber sido» y sabrá, el bueno de Alberto, recuperar lo que le quitaron.

El ciclismo es ese deporte mágico, que permite ver de cerca la superación del ser humano sobre la máquina. Esa perfecta simbiosis que no entiende de distancias ni de imposibles. El Tour es su gran carrera y hace tiempo que esto se lo reparten los españoles. Sonrisa múltiple.

Debe de ser por eso, por lo que los gabachos no nos aguantan. Qué pena. Pobre Ferlein. Estará sufriendo. ¡Encima que este año hemos dejado que el estúpido público de Roland Garros vea a otro que no sea Rafa levantar otra vez la copa! Como digo, tal vez por ello se oyó el himno danés en vez del nuestro. Quizás se les coló el disco del 96 cuando sonó para Riis.

Lo que seguro no iba a pasar es que se les colara el suyo. Desde Hinault (si alguien recuerda verle montar en bici y me lo demuestra, le pago una comida en el restaurante que me diga de Madrid) no lo huelen. Lemond, Roche, Perico, Miguel, el danés, Ullrich, Pantani, Armstrong, Pereiro, Sastre y Contador. 24 Tours seguidos ¡comiéndose las pollas! (qué expresión más apropiada).

Pero esperen, me voy a regocijar más todavía. Su otra joya es el tenis del polvo de ladrillo. No saben de qué va levantar la copa de los Mosqueteros desde Noah. Desde el ¡83! Pero, pobres galos, ¡que Constantino Romero tenía pelo en aquella época!!!! Desde entonces Lendl, Wilander, Chang, Gómez, Courier, Bruguera, Muster, Kafelnikov, Kuerten, Moyá, Agassi, Costa, Ferrero, Gaudio, Rafa y por último Federer. O sea 26 Roland Garros sin mamelucos.

Es que no podemos olvidar también que en fútbol el Madrid y el Valencia disputaron la final de la Champions (por primera vez dos equipos de un mismo país – después italianos e ingleses nos copiaros, pero fuimos pioneros… y la final se jugó en Saint Denis).

En Roland Garros, en el 98 Moyá le ganó a Corretja y en 2002 Costa a Ferrero, que al año siguiente apalizaría a un holandés olvidado y dejado de la mano de Dios.

Los de Nadal… y los que llegarán. Madre mía, pobrecillos.

Lo cachondo es que el año que viene el Tour lo volverá a ganar Alberto y Roland Garros, Rafa. Lo saben hasta el China. Pobre gente.

No es descabellado el pensar que deberíamos darles las Canarias para que no nos tengan tamaña ojeriza.

En fin, pan y cebolla…ajo y agua… o como ellos quieran.

Viva España, señores. Buenas noches.

Alegoría

Lo que tienen las leyendas es que al apoyarse en mayor o menor medida en elementos imaginativos, pueden perder su espíritu en un mundo tan poco dado a este tipo de liturgias.
Seguramente, nuestros antepasados debieron de crecer entre narraciones orales que engrandecían el espíritu y buscaban sacar lo mejor de sus contemporáneos.
Siempre me atrajo la mitología de San Jorge y su batalla con el dragón.
Se cuenta que este dragón hizo un nido en la fuente que proveía de agua a un pueblo de honrados labradores y ganaderos. Como consecuencia, los ciudadanos debían apartar diariamente el dragón de la fuente para conseguir agua. Por ende, ofrecían un sacrificio humano que se decidía al azar entre los habitantes. Llegó un momento en que el macabro sorteo dirigió su azar a la princesa local. Antes de ser devorada, apareció San Jorge sobre su caballó matando al dragón y salvando a la princesa.
A día de hoy la vorágine social y tanta circunstancia malévola ha trasladado al ámbito deportivo algo así como el lugar en que se acumulan visiones, pozos de grandeza y donde se respira un verdadero ambiente de bondad humana.
Soy un tío sencillo. Bastante simple, dirán ustedes. Lo sé. No soy imbécil del todo y soy capaz de distinguir categorías. La historia de la humanidad tiene nombres propios que todos recordaremos.
Tenemos claro quiénes son los héroes a los que deberíamos parecernos. Lo cual no debería de ser óbice para ensalzar momentos maravillosos que nos dejan ciertos genios, tipos de carne y hueso a los que solemos elevar a condición de leyendas.
El partido que ha ganado Rafa Nadal a Federer en la final de Wimbledon permanecerá para siempre en la retina de todos.

Una oda al tenis. Una batalla deportiva épica en territorio de tradiciones y ante un rival grandioso. Una explicación a voces de lo que es enfrentarse a un muro inabordable.

Un día para recordar por siempre. El patrón de Inglaterra ya conoce a nuestro principal embajador.
Fabuloso. Fantástico. Legendario.
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